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Entrevista a Santiago Roncagliolo sobre su nueva novela “La noche de los alfileres”

Por: Jafet Gallardo 20 Ene 2020
#LibrosAlDesnudo Leer desde el miedo Entrevista a Santiago Roncagliolo sobre su nueva novela La noche de los alfileres Por Jaime […]
Entrevista a Santiago Roncagliolo sobre su nueva novela  “La noche de los alfileres”

#LibrosAlDesnudo
Leer desde el miedo
Entrevista a Santiago Roncagliolo sobre su nueva novela
La noche de los alfileres
Por Jaime Garba
@jaimegarba

Pocos autores han logrado salir de la imponente sombra del Boom Latinoamericano, y no es que no existan grandes escritores contemporáneos, porque definitivamente los hay, pero muchos, a pesar de las magníficas obras que producen y del reconocimiento internacional obtenido, permanecen supeditados a las figuras de Fuentes, García Márquez, Vargas Llosa y Cortázar. Sin embargo, siempre hay excepciones a la regla, y Santiago Roncagliolo (Perú, 1975) es uno de ellos. Este escritor peruano, ganador del Premio Alfaguara en el 2006 por su thriller Abril Rojo, con cada libro que publica ha logrado hacerse un espacio entre las plumas indispensables en Latinoamérica, máxime que su obra va del retrato de las complejas situaciones sociopolíticas del Perú de las últimas décadas del siglo pasado, todo con una natural extrapolación; es así que se entiende cómo el lector latinoamericano puede ver en su novelas proyectadas sus propias condiciones y realidades.

DIMISTRISYEROS (2)

Entre sus trabajos más destacados están La pena máxima (Alfaguara, 2014) y Tan cerca de la vida (Alfaguara, 2010). La revista inglesa Granta lo seleccionó entre los mejores escritores de su generación. Recién acaba de publicar La noche de los alfileres (Alfaguara), y en esta entrevista exclusiva para Playboy México nos cuenta cómo es escribir desde el miedo y cómo trabajó una de sus novelas más ambiciosas hasta ahora.

JG. En el programa mexicano Tratos y Retratos, de Silvia Lemus, te presentaste diciendo: “Hola soy Santiago Roncagliolo, antes escribía novelas, ahora solo hablo de ellas”. Esto fue en el 2007, un año después de haber ganado el Premio Alfaguara por Abril Rojo. De aquello ya hace casi diez años. ¿Cómo se dio el proceso de dejar de conversar sobre tus novelas por aquello de la publicidad, las giras y demás?, todo este boom por el éxito obtenido; y volviste a tu ritmo de escritura.

SR. Lo primero es que yo nunca he sentido mucho el peso de la fama, vivo cada vez la novela que quiero escribir. Después de Abril Rojo no tuve que enfrentar ninguna sequía creativa porque me dediqué a la trilogía periodística con la que estuve trabajando en investigar historias que estaban afuera, y no tanto en inventarlas. El trabajo de investigador de no ficción es duro pero nunca te bloqueas porque la historia siempre está allí para que la encuentres. Siempre tengo ganas de escribir, de sentarme y volver a hacer un libro, creo que es un privilegio poder hacerlo y me fascina hacerlo, es lo que más disfruto hacer. Lo que más me importa del momento de escribir es pasar mucho tiempo dedicado a construir la historia, soy bastante insensible para bien o para mal, a lo que luego ocurra a la novela.

JG. Me parece que tus lectores podemos percibir en ti una posibilidad de escritura sin límites, todas con grandes productos; vas desde la novela con profundas bases documentales, el thriller, el ensayo, hasta obras infantiles. Aunque existen muchos autores que se aventuran a incursionar en gran cantidad de géneros, no es tampoco un don que todos los escritores poseen. ¿Cómo desarrollaste tú esa habilidad para moverte entre géneros con tanta naturalidad?

SR. Yo siempre crecí valorando los géneros mucho más que otros escritores, algunos suelen despreciarlos mucho, sobre todo los thrillers, la novela negra, las comedias; les parecen cosas menores, pero yo, por ejemplo, un poco en esta novela (La noche de los alfileres) habló de mi infancia y mi adolescencia; yo pasé esa adolescencia en una ciudad muy violenta, con bombas, con secuestros, con asesinatos, con apagones, toques de queda, así que no podía salir, no salíamos mucho, y lo que había en casa eran libros y televisión, de manera que crecí leyendo muchas novelas de la literatura latinoamericana muy ambiciosas y experimentales en la forma, profundas en los temas; pero también lo hice con las series de televisión, las series de terror (La hora macabra, Alfred Hitchcok presenta, La dimensión desconocida); de hecho descubrí a Edgar Allan Poe por la serie de televisión de Roger Corman con Vincent Price; y entonces para mí la literatura y los géneros de televisión y del cine eran parte de lo mismo, yo consumía (y lo sigo haciendo) todo indistintamente, siempre he tenido un aprecio a la cultura popular y a los géneros que es un poco raro en los escritores, más bien los escritores tienden a ver la literatura como lo contrario a la cultura popular, yo no veo esa distinción. Me fascina homenajear cada que puedo a los géneros que me han dado tanto placer.

JG. Sin embargo, a mí me gusta más tu literatura de suspenso, los thrillers, me parecen que tienen una identidad peculiar, muy latinoamericana en el sentido de que logras un equilibrio magnífico entre la trama y el contexto social de la época que retratas, sucedió con Abril Rojo, La pena máxima y ahora con La noche de los alfileres. ¿Es el thriller el género con el que te sientes más cómodo o el que te gusta escribir más?

SR. El tema básico de toda mi ficción es el miedo. De un modo u otro, el miedo por ejemplo a morir en la calle por una bomba, o que te desaparezcan, pero también el miedo a problemas cotidianos, como el miedo a ser un mal padre, a la soledad, a la adultez, pero la diferencia es que los miedos cotidianos no dan para un thriller, dan más para una comedia, el humor negro; aunque mis thrillers también tienen mucho humor negro, creo que para los latinoamericanos el humor negro siempre ha sido una manera de defenderse de los problemas, por ejemplo los mexicanos y los peruanos tenemos en común que nos reímos de las cosas más atroces porque hemos encontrado en el humor un escudo defensivo ante la realidad. Entonces, si tu tema es el miedo, vas buscando los distintos géneros para hablar de ese tópico, y la novela de suspenso y el thriller son perfectos, me interesa a través de éstos hacer reflexiones sobre la historia de América Latina, sobre temas humanos y personales. Yo siempre digo que escribo historias de terror, pero los monstruos y los fantasmas no están en el mundo paranormal, están en la historia de los países, están en el corazón de la gente; no hace falta hacer algo sobrenatural para buscar los miedos, los miedos reales son los que tenemos a cosas mucho más cercanas y cotidianas.

JG. En tus libros hablas mucho de Perú, de los conflictos sociales que padeció (o padece), tu país tiene mucha presencia en lo que escribes, pero al mismo tiempo cuando leemos esos escenarios tus lectores pueden también sentir que hablas del México actual, o del Colombia de los noventa, inclusive de otros países centroamericanos y latinoamericanos que padecen problemas serios respecto a violencia, terrorismo, desigualdad social, y crisis políticas ¿Cuando escribes eres consciente de esta proyección, digamos, tratas un poco de hacer un retrato de los padecimientos latinoamericanos?

SR. No es que sea muy consciente, yo crecí en México, llevo quince años viviendo en España, tanto en Madrid como en Barcelona, y he viajado mucho por América Latina; vuelvo a Perú por razones familiares y de trabajo por lo menos un par de veces al año, por lo cual he llegado a considerarme un hispano de Perú como un americano puede ser de Idaho o de Miami; en realidad creo que somos un gran país. Hace un par de años estuve en la India, y allí, si mal no recuerdo hay más de treinta idiomas oficiales, cada uno con una escritura diferente, ocho religiones de más de cien millones de practicantes, treinta millones de dioses; y toda esa gente cree que forma parte del mismo país. Si ellos forman parte del mismo país, los hispanos podríamos ser una provincia, hay solamente una gran lengua vehicular y otras más pequeñas; una cultura única, una cantidad de problemas muy similares, donde uno de ellos es la violencia, algo endémico en América Latina, una violencia que nunca se destruye sólo se transforma, es por eso que cuando escribes sobre los problemas de un país escribes de los problemas de todos.

JG. A diferencia de Abril Rojo, donde el protagonista Félix Chacaltana es quien se introduce en el ambiente de la historia y es absorbido por el contexto y las circunstancias, creo que La noche de los alfileres es mucho más psicológica, me parece que el epicentro de la novela está en los personajes, en su forma de pensar, en su forma de actuar, sus impulsos, en sus miradas y silencios; porque inclusive siempre tienen la oportunidad de echarse para atrás, de “salvarse” , pero sus dudas, su ingenuidad y debilidad los unos ante otros no les permiten hacerlo. Esto me parece es el resultado de un gran trabajo de creación de personajes, ¿cómo los trabajaste?

SR. Los personajes se parecen mucho a mis amigos del colegio, yo era el chico venido de México que hablaba extraño, era un poco diferente, no jugaba al fútbol, lo cual me hacía raro; leía, lo que me hacía todavía más raro. Tengo en realidad una parte de todos los personajes, éramos junto con mis amigos los raros del colegio; y sucedía que viviendo en una ciudad hostigada por la violencia, todos crecíamos encerrados en esa especie de olla de presión que eran nuestros barrios, y además en un colegio de hombres estábamos aún más encerrados y reprimidos, a partir de los diálogos de la adolescencia, de esa forma de hablar, comencé a trabajar esta novela y en ellos se comenzó a reflejar toda la violencia que cargábamos y cómo esa violencia implicaba todo un despliegue de masculinidad, tenías que demostrar en cada frase que eras hombre, había una gran inseguridad sexual dentro de toda esa represión. Cada uno quiere parecer muy fuerte pero es muy débil de un modo diferente y entre todos forman un coctel explosivo. Mis personajes son una bomba de tiempo, igual que el mundo que los rodea.

JG. La novela tiene un ritmo extraordinario, es un correr donde el lector logra terminar un maratón pero no se cansa porque respira adecuadamente, hace pausas, acelera cuando hay vigor; eso hace tu novela gracias a las voces, al lenguaje, a las vueltas de tuerca, ¿cómo fue el proceso de escritura?, ¿cómo concebiste la arquitectura de la obra?

SR. Siempre pienso las historias como si fueran óperas, organizadas por varios movimientos, en el caso de La noche de los alfileres me interesaba crear esa atmósfera en la que todo se está saliendo de control cada vez más y cada vez más, porque quería partir de una situación muy común y cotidiana, muy adolescente, nostálgica incluso, y deseaba mostrar cómo gente normal puede ser arrastrada por las relaciones humanas hasta los extremos. Quería que la novela, que cada parte de ella estuviera dominada por uno de los personajes y empujar un poco la relación, que ese personaje empujase un poco lo que estaba ocurriendo, un paso más allá. La novela tiene personajes extremos capaces de llevar todo hasta las últimas consecuencias, mientras que hay otros más contenidos y sensatos, pero también tienen emociones y también se pueden ver arrastrados. Lo más difícil fue tejer la relación entre todos los personajes de manera que cada uno fuese aportando lo suyo hacia el caos, cada uno iba armando ese rompecabezas diabólico en el que cada quien, desde su sensibilidad, su condición y manera de ver el mundo, no tiene más remedio en un momento dado que incendiarlo todo. Me gusta jugar con la idea de que mis personajes se enfrentan a sus peores miedos, enfrentarlos a sí mismos.

JG. La noche de los alfileres tiene una fuerte y clara dosis de humor negro que en ciertos fragmentos arranca carcajadas, pero hay otros momentos nostálgicos, románticos y hasta profundamente tristes. Todos esos instantes son muy verosímiles, muy nítidos. ¿Cómo lograste tal efecto?

SR. El tema de esta novela es la adolescencia y la adolescencia es una etapa altamente emocional de nuestra vida, es el instante en que empiezas a tener las emociones de un adulto pero aún tienes la cabeza de un niño, aparece el amor, el sexo, la violencia en tu vida, la necesidad de libertad, de distanciarte de tus padres, pero no tienes experiencia para controlar todas esas cosas nuevas que estás sintiendo, y esto le está pasando a todos los personajes, no es casualidad que yo la haya escrito acercándome a los cuarenta años, creo que los cuarenta es la etapa de vida en que de repente, por primera vez miras hacia atrás, en esta edad te llega la sensación de que lo que te queda de vida es probable la misma cantidad de años que ya has vivido, sientes que estás a la mitad; te vuelves nostálgico, es difícil sorprenderte y es inevitable recordar el momento en que todo era nuevo: tu primera chica, el primer beso, tus primeras perversiones, todo tiene una primera vez, todo eso lo proyecté en el libro y por supuesto en sus personajes.

JG. Por último, cuando escribes sobre el Perú de aquellos difíciles años, cuando retratas una pequeña pero importante parte de aquella sociedad, que en este caso son estos jóvenes y sus familias que no sólo luchan por sus propios problemas sino también por sobrevivir a la crisis de su país y sus circunstancias; ¿lo haces para evocar el pasado, para entender el presente o para reflexionar sobre el futuro?

SR. Lo hago por todo. Quiero que mis hijos sepan de dónde salieron, y sepan que tienen suerte, que viven en un mundo mejor que en el que yo crecí. Quiero, aunque las cosas en Perú van mejor, que recordemos nuestro pasado, porque si no lo hacemos y lo olvidamos, alguien vendrá, nos contará la historia como le dé la gana y nos manipulará. En este momento de mi vida necesitaba regresar a ese tiempo.

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Jafet Gallardo DIGITAL EDITOR Me gusta capturar historias en video y escribir mis aventuras de viaje. El conejito se volvió mi mejor amigo.
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