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El mundo entero es sacrificable

Por: Jafet Gallardo 05 Jun 2018
La violencia palpable y lejana es nota predominante en el mundo actual. Súmate a la discusión en nuestra nueva columna: Saltos en […]
El mundo entero es sacrificable

La violencia palpable y lejana es nota predominante en el mundo actual. Súmate a la discusión en nuestra nueva columna: Saltos en la oscuridad.

Por Raúl Bravo Aduna (@rbaduna)

A la violencia, por fortuna, casi siempre me la he encontrado de lejitos. Se siente ajena y lejana. Rara vez puedo imaginar cómo se vive. ¿Olerá a algo? Pólvora con sangre y carne trémula, tal vez. Tal vez no huele ni sabe a nada más que a violencia, y los que la conocen de cerca, quizá, la asocian al olor de un cerezo, del té negro o, quién sabe, al de un zapato de cuero viejo. No puedo siquiera comenzar a imaginar cómo imaginarla. Y, sin embargo, las últimas semanas parecen querer obligarme, y obligarnos, a hacerlo.

La violencia se antoja paradójica. El recurso último que nadie quiere, nadie busca y nadie aplaude, pero que supuestamente es necesario —por “último”, precisamente. ¿Pero último? Poco probable. La violencia, nos recuerda el lugar común, engendra más violencia. Siempre viene de los otros, el otro, lo Otro. Si acaso es respuesta, reacción. Nunca surge del lado que la ejerce; se genera, se racionaliza al ejercerla, desde donde se recibe. “No quedaba de otra. Chin”. Parece, pues, dibujito de Escher, pero espeluznante y abominable. Todos los lados se proclaman víctimas, todos los lados reclaman inocencia.

Al final, la violencia no es más que un juego perversísimo de exigencia y reconocimiento. El violento llega al extremo de la violencia porque, supuestamente, no queda otro recurso al alcance para poder obtener el reconocimiento del otro, en sus propios términos, estableciendo su propio derecho.

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¿Y la utilidad de la violencia? Seguro en distintos casos es mucha. Es fácil imaginar el presente de la humanidad como el punto y aparte de series de eventos violentos tras otros, probablemente terminados por violencia “justificada”. Así como la violencia engendra violencia, no es difícil sospechar que la violencia puede acabar con la violencia.

Pero siempre queda un dejo de sospecha frente a quienes recurren a la violencia —desde el señor que golpea a su esposa y el profesor que gritonea y descalifica en el salón de clases, hasta el uso desmedido de la fuerza pública, pasando por la destrucción innecesaria del espacio público— y sus discursos justificativos. La mala fe es autoconsciente. Detrás de ella hay intención, así como de las acciones humanas hay un proyecto. Aunque caótica y pretendidamente justificada, la violencia lleva en sí, la mayoría de las veces, el goce de la violencia misma. Aunque se intente, no se puede terminar de presumir la inocencia presumida por la violencia.

La violencia es, sobre todo, estruendo, más ahora que vivimos en tiempos de relativa paz mundial y muy entrecomillada “tranquilidad cotidiana”. Incluso para el espectador ajeno y lejano —como es el caso de muchos, muchísimos afortunados entre los que me incluyo— causa un impacto tremendo. No es menor. La cotidianidad queda interrumpida por el alboroto y el miedo a su posible acercamiento. Sin embargo, los momentos de violencia eventualmente regresan a la “normalidad”, aunque no haya habido reconocimiento de ninguna parte, aunque no haya habido ningún cambio, porque a la pirotecnia —hasta la festiva— en algún punto se le termina la pólvora. Las disrupciones acaban y se quedan atoradas en los intersticios de lo cotidiano. La comodidad —de algunos o muchos, reitero— vuelve con su respectiva futilidad, los últimos versos de “The Hollow Men” de T. S. Eliot hacen eco:

This is the way the world ends

This is the way the world ends

This is the way the world ends

Not with a bang but a whimper.

La violencia es un recurso último que, recientemente, parece estar demasiado dispuesto. Hasta de lejitos duele verla, en manos de quien sea. Peor todavía, sofoca la impunidad de poder hacer nada —o poco— frente a ella. No importa quién sea el que ejerza la violencia, pues parece cada vez más, y robando palabras de Walter Beller Taboada para terminar, que para ellos “el mundo entero es sacrificable”.

Foto perfil de Jafet Gallardo
Jafet Gallardo DIGITAL EDITOR Me gusta capturar historias en video y escribir mis aventuras de viaje. El conejito se volvió mi mejor amigo.
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