El libro es sexy
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El libro es sexy
Por Jaime Garba
@jaimegarba
Entiendo la palabra “sexy” como aquello que atrae apenas la mirada se postra sobre ello, creando un vínculo directo e hipnótico que sujeta toda la atención hasta casi volverse una obsesión. Lo sexy es bello en función no sólo de la estética, sino de qué dice aquello que está seduciendo y el diálogo interno con el seducido, quien súbitamente ve revolucionado sus pensamientos y sentidos, fraguando fantasías con el objeto del deseo.
Pero no me malinterpreten, aunque usualmente usamos este término para esas personas fascinantes y causantes del mismo efecto de enajenamiento; la palabra aplica a otras cosas, y lo que nos atañe en esta columna son los libros, y sí, créanlo: los libros también son sexys.
El lector tiene muchas razones para elegir un libro, pero habitualmente suele tener en mente al escogerlo al autor y la obra; en vastas ocasiones el nombre da cierta garantía, mientras en otras lo dicho sobre cierto título puede atraer al público independientemente de quién lo haya escrito. Una de las cosas mágicas de la lectura es la posibilidad de comenzar la aventura de leer mucho antes de siquiera pasar la primera página.
No son pocos los que salen a las librerías o hacen búsquedas implacables en la red para encontrar nuevas lecturas, realizar una especie de ruleta rusa donde no sabes si la selección será la mejor, puesto que a pesar de las recomendaciones de los libreros o las miles de reseñas en internet, lo imperante es el instinto lector, ese que busca que un libro enamore, seduzca. Si habláramos de esto hace décadas quitaríamos del camino un gran obstáculo de encima: la visión del libro como una industria comercial cuyo objetivo principal no es crear libros de calidad que encuentren lectores exigentes y ávidos de lecturas inteligentes, con propuestas interesantes y representen un reto; sino hacer libros como si fuera un objeto cualquiera. Antes de las fusiones editoriales y la creación de imperios, habían las hoy llamadas editoriales independientes, quienes apostaban por autores y obras que sabían no les generarían ganancias millonarias pero sí se volverían indispensables para el pensamiento humano. Hoy quedan muy pocas y desafortunadamente compiten en desventaja contra las grandes corporaciones editoriales, pero lo bueno es que siguiendo toda una tradición, honran el trabajo editorial, brotando como un oasis en el desierto y ofreciendo al lector libros, no exagero, verdaderamente sensuales.
No nos engañemos, entrar a una librería es todo un reto, nuestra vista se topa con best sellers a diestra y siniestra que envenenan los sacrosantos espacios de lectura, ya no sorprende encontrar títulos de celebridades fugaces o de personajes que está probado carecen de la capacidad para escribir un libro, y es cierto, están impresos en buen papel, tienen buen diseño y les hacen marketing hasta el hartazgo para convencernos de que los necesitamos, pero son sólo una farsa, por no decir basura. Cuando hablo de que el libro es sexy, vuelvo a aquellas editoriales independientes en México que pasan los días pensando y repensando cómo darle al gran lector un libro digno, uno que proponga, entretenga, sorprenda, que dispare pensamientos e ideas. A continuación mencionaré por lo menos tres.
Arlequín (http://www.arlequin.mx/web/) es une editorial tapatía que no le pide nada a las grandes, su vasto catálogo tiene a estupendos escritores, desde aquellos que publican sus primeras obras, hasta los que ya gozan del prestigio devenido de su trabajo, además, tiene el atino y buen ojo de rescatar del olvido títulos magníficos que de no ser por el amor a la literatura, quizá jamás llegarían a nuestras manos, sirven como ejemplo dos libros de su catálogo: “Humor para imbéciles”, del ruso Arkady Avérchenko; y Kyra Kyralina, del rumano Panait Istrati, clásicos literarios de extraordinaria calidad presentados con la frescura y el vanguardismo de Arlequín. Sin duda esta editorial de independiente sólo tiene el título, porque su maquinaria de acercamiento a lectores es poderosa, tal vez no como se concibe equívocamente, con la inversión de millones en publicidad, pero sí de la forma más genuina con la que un lector podría identificarse: siendo honestos y profesionales con lo que se hace. Cuando uno entra a la web de Arlequín se siente seducido por todos los libros, al grado de sentir que cualquier elección será la adecuada.
Una editorial que no puede faltar en una lista de quienes hacen libros verdaderamente sexys es la oaxaqueña Almadía (http://tienda.almadia.com.mx/). Cualquiera al entrar en una librería o en una feria del libro puede identificar a metros de distancia sus obras, y esto se debe a que en diez años ha forjado una atractiva identidad. Su sólido catálogo, formado por autores de mucho prestigio, se ha ido ganando al lector atrevido, al que ya no soporta las ediciones aburridas que demeritan hasta al más grande autor. La característica principal de Almadía son las portadas, diseñadas por Alejandro Magallanes, artista visual y diseñador gráfico que le imprime un sello fresco desde hace mucho pedido a gritos en la industria editorial. Es verdad que Almadía puede llegar a publicar libros no tan exitosos, pero es innegable que cada uno vale como una obra de arte, hecho con cuidado y esmero, siendo digno, en el peor de los casos, de exponerlo en la biblioteca personal a la espera del lector ideal.
Paraíso Perdido (http://editorialparaisoperdido.com/) es una editorial también tapatía que recién conocí hace apenas unos meses, y debo decir que me enamoró su estética y sensualidad. Allí se hacen libros que exploran formatos y aprovechan las posibilidades para producir literatura. Sus líneas editoriales están muy bien trazadas y siguen propuestas visuales interesantes que entre la belleza y el discurso evocador de las portadas es difícil no caer en la seducción. Su perfil está claramente definido y empata con lo que los ojos ven al entrar en su web: “una editorial para lectores extremos… arriesgados, visuales… curiosos, intensos”. No encuentro mejores adjetivos para describir a Paraíso Perdido, quien a pesar de no estar en la capital del país, ha logrado impactar a lectores de todo México.
Tres son las sexys editoriales mencionadas aquí, pero tengan por seguro que hay más, tal vez no las suficientes para los lectores nunca satisfechos, pero que bien sirven para enamorarnos de sus catálogos, con la garantía de amoríos intensos y de huellas longevas en la mente y en el alma.
