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Difícil de creer: Juguetes para mayores de edad

Por: Jafet Gallardo 05 Jun 2018
NUNCA ES TARDE PARA QUE UNA PERSONA SE AVENTURE A EXPERIMENTAR CON SU SEXUALIDAD Y ESOS APARATITOS QUE SE INVENTARON […]
Difícil de creer: Juguetes para mayores de edad

NUNCA ES TARDE PARA QUE UNA PERSONA SE AVENTURE A EXPERIMENTAR CON SU SEXUALIDAD Y ESOS APARATITOS QUE SE INVENTARON PARA DAR PLACER.

sergio

Mi amiga Claudia desborda sensualidad por cada uno de los poros de su piel apiñonada, piel que alcanza 180 centímetros de picardía, piel que aborrece la rectitud y se adapta a las curvas de los 95 centímetros de cadera. Si la ves al rostro te debatirás entre enamorarte de sus ojos claros o rendirte a sus labios juguetones. Si le ves el cuerpo, no dudarías en pensar que es una chica mala, muuuy mala.

Si la conocieras, a mi amiga Claudia la clasificarías por su charla, voz y contoneo como una experta en la cama. No me consta, pero sí sé que ella disfruta del sexo tanto como de un gran trozo de chocolate. Ambas cosas las consume sin remordimientos, no deja migajas en la cama ni en el plato; la descarada acepta que lujuria y gula son sus pecados favoritos. Ambos saben rico.

Estudiante avanzada en el arte de la seducción, acepta que es novata en el uso de juguetes sexuales. Argumenta que a una mujer con sus atributos se le hacía una estupidez recurrir a un artefacto para tener un orgasmo. Tal vez fue la falta de pareja formal, quizás la ociosidad o a lo mejor su crisis de los 30 años, lo cierto es que hace unas pocas semanas entró a una sex shop a consumir. Decidió abrir su mente, aceptó abrir las puertas del infierno y, al regresar a casa, abrió las piernas; de una caja sacó un conejito vibrador de color rosa. Claudia experimentaría otra “primera vez”, su curiosidad devoró un instructivo muy simple y decidió encender su aparato, sin embargo, no funcionó al primer intentó, ni al segundo, pero ella que ha sido paciente con todos sus amantes le dio otra oportunidad al conejito que respondió al tercer intento sacudiendo sus orejas cada vez que Claudia apretaba el botón de más y más y más velocidad hasta que su clítoris la llevó al orgasmo. “No mames”, fue lo único que pudo decir al terminar, y ella que es cristiana se debatía entre agradecer a Dios o al Diablo por tal invento. Yo le dije que mejor agradeciera al médico Joseph Mortimer Granville, inventor del vibrador de baterías en la década de 1880, cuando en aquellos tiempos las mujeres acudían con sus doctores de cabecera a que les calmaran la ansiedad, la diagnosticada histeria femenina, mediante la manipulación del clítoris hasta alcanzar un paroxismo histérico, o sea, un orgasmo. Al enterarse de esto, Claudia me dijo que bautizaría a su conejito vibrador como Dr. House, su médico particular en casa.

Debo comentar que ella es una persona fiel cuando está en una relación, pero se ha declarado totalmente infiel ante los juguetes sexuales. Hace unos días accedió a la petición de un amante clandestino, abrió los ojos con asombro ante el catálogo de otra sex shop, abrió la cartera y compró lo necesario para abrir la puerta trasera; sí, mi querida amiga decidió comprar un plug, un artilugio de silicón que se enchufa por atrás. En español se conoce como un acostumbrador y sirve para habituar al ano a una penetración. Ella me asegura que aún es virgen en esa experiencia, que no sabe si lo permitirá, pero prefiere entrenarse por aquello de la maldita tentación. Yo le conté que un tapón anal similar al que compró se empezó a usar en 1892, creado por un tal Frank Young. Se comenzó a vender a escondidas por medio de los médicos como un dilatador rectal; una falsa publicidad que aseguraba curar las hemorroides acompañaba el artículo de 11.5 centímetros de longitud. Por 40 años se vendieron en Estados Unidos hasta que los prohibieron como un artículo para la salud.

Cuando yo pensé que las confesiones de mi amiga habían terminado, agregó que su amante en turno le regaló uno de los juguetes más antiguos, las bolas chinas, bolas Geisha o bolas Ben Wa. Él le dijo: “para que te entrenes”. Ella no está segura si le insinuó que debía ejercitar los músculos de su vagina o si él deseaba que las portara todo el día, incluso mientras trabaja, pensando en él. Lo que es un hecho es que estas bolas creadas 500 años después de Cristo, se han usado para mejorar el tono de la vagina, potenciar el orgasmo de la mujer y también ayudan a mejorar la in- continencia urinaria leve; así que si Claudia las usa de manera adecuada, su zona vaginal tendrá fuerza virginal y estará segura de que no se hará pipí al carcajearse cuando lea esto.

Reflexiono sobre la plática que tuve con ella y confirmo que los seres humanos jamás deberíamos abandonar el gusto por el juego, deberíamos de evitar la prisa de conseguir algo sin divertirnos en el proceso, deberíamos luchar para dejarnos sorprender siempre; en este caso mi amiga se atrevió a experimentar con curiosidad infantil. Su voz delata que la está pasando bien, y si de niña coleccionaba muñecas Barbie, hoy su clóset tiene un discreto juguetero para mayores de edad.

Difícil de Creer.

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“No me consta, pero sí sé que ella disfruta del sexo tanto como de un gran trozo de chocolate. Ambas cosas las consume sin remordimientos, no deja migajas en la cama ni en el plato.”

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Jafet Gallardo DIGITAL EDITOR Me gusta capturar historias en video y escribir mis aventuras de viaje. El conejito se volvió mi mejor amigo.
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