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EL BÚHO NO HA MUERTO: EL ÁGUILA

Por: Jafet Gallardo 05 Jun 2018
LA HISTORIA DE OTROS PUEBLOS PUEDE DEJARNOS GRANDES ENSEÑANZAS. LA MÁS IMPORTANTE ES QUE TODO ES POSIBLE EN ESTA VIDA CUANDO SE TIENE DETERMINACIÓN.
EL BÚHO NO HA MUERTO: EL ÁGUILA

LA HISTORIA DE OTROS PUEBLOS PUEDE DEJARNOS GRANDES ENSEÑANZAS. LA MÁS IMPORTANTE ES QUE TODO ES POSIBLE EN ESTA VIDA CUANDO SE TIENE DETERMINACIÓN.

pedro-ferriz

POR PEDRO FERRIZ DE CON @pedroferriz

LA RUSIA de finales del siglo xvii era cerrada, medieval, oscurantista y retrógrada. Desde muy temprana edad, Pedro Alekséievich, conocido como El Grande, tuvo el sueño de modernizarla. En esa época la aristocracia y los jerarcas de la Iglesia Ortodoxa —que representaban el statu quo del momento— estaban renuentes a voltear los ojos a Occidente. Es más, el país entero miraba hacia dentro sin que hubiera intenciones de moverse más allá de algunas costumbres locales que lograron penetrar en la cultura rusa, como las mongolas, las suecas y las danesas. Los turcos y los chinos, con quienes ejercían una natural vecindad, rivalidad y por ende, guerras, forzosamente algo dejaban y algo se llevaban.

A la muerte del Rey Alejo I, la familia decidió que el Príncipe Iván y Pedro (hijo del segundo matrimonio del Rey con Natalia Narishkina), ejercieran juntos el reinado bajo la supervisión de la hermana mayor de éstos, la Princesa Sofía.

Pedro, mientras tanto, con ese “mando compartido” decidió desaparecer e irse a estudiar a Holanda e Inglaterra. En Ámsterdam se dedicó a las artes del mar, desde la navegación y la construcción de canales, hasta el armado de los barcos y las más modernas técnicas de la época en artillería naval. Empezó a contratar ingenieros y artesanos y al final de sus estudios por los dos países, se llevó a un “staff” de 800 expertos para que juntos armaran lo que para él era el sueño más preciado de su vida: darle a Rusia una salida al Báltico para ver a Occidente de frente. Se levantaba un gigante que quería abrir los ojos al mundo.

El medio hermano, Iván, murió prematuramente y Sofía fue hecha a un lado del trono. Pedro El Grande se convirtió en el zar reformador: obligó al pueblo a dejar su ropa tradicional para usar pantalones en vez de togas, multó a quienes se dejaban la barba, construyó San Petersburgo luego de reconquistar a los suecos al norte de Rusia, enfrentó a la poderosa Iglesia Ortodoxa que se resistía a la occidentalización de las costumbres locales e impuso fuertes sanciones a quienes ignoraran su mandato.

Armó una fuerza naval de 300 buques con la que logró darle hegemonía y presencia a una Rusia que se hacía más europea que asiática. Cuentan que Pedro decía que el escudo real estaba formado por un águila bicéfala con una cabeza que veía al Oriente y otra que se fijaba más en el Occidente.

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¿Por qué hago este relato?
Porque todo es posible cuando se está dispuesto a cambiar el destino de un pueblo. Las crónicas de la época marcaban a Rusia como un país inamovible.

Sus costumbres, educación, ciencia y consciencia lo mantuvieron así hasta que existió el genuino deseo de un líder que con determinación le dio una vuelta de 180 grados a la historia.

Mucha gente en mi querido México comenta que las cosas no pueden cambiar, que “somos como somos”: un lugar donde hay corrupción, delincuencia, tranzas y malos manejos. Un pueblo pobre que no tiene educación ni principios. Una clase política que nos tiene sojuzgados y padece una decadencia insalvable.

Con el ejemplo del zar, propongo que nada es imposible. México, como otros países que han recorrido caminos tortuosos, puede también tomar una senda de desarrollo y progre- so, educación y cultura, ciencia y tecnología, igualdad y justicia, paz y fraternidad, unión y fe, responsabilidad de gobernantes y gobernados, orgullo y pertenencia.

Debemos dejar de una vez el oscurantismo que no nos permite ver la luz. Remontemos este tiempo lamentable. Decretemos que lo único que corresponde es subir, ya que una vez tocado el fondo no queda otra alternativa. De esta manera, nuestra águila sobre el nopal devorará al fin a la serpiente que amenaza con envenenar aún más al futuro.

Pedro Ferriz de Con. San Petersburgo, Rusia.

“Pedro El Grande se convirtió en el zar reformador: obligó al pueblo a dejar su ropa tradicional para usar pantalones en vez de togas, multó a quienes se dejaban la barba.”

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Jafet Gallardo DIGITAL EDITOR Me gusta capturar historias en video y escribir mis aventuras de viaje. El conejito se volvió mi mejor amigo.
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