AL CULO HAY QUE TRATARLO CON RESPETO
PLACENTERAS, HEDIONDAS, FUNCIONALES O RINCONERAS, LAS PALABRAS QUE RODEAN AL DERRIÈRE SON HOMENAJEADAS EN ESTA REFLEXIÓN SOBRE EL CUERPO Y SUS SECRETOS MÁS ÍNTIMOS.
POR SERGIO SEPÚLVEDA @sergesepulveda
HAY PALABRAS que al enunciarlas nos provocan placer y otras que preferimos evitar decir o escuchar. Yo siento gozo cuando digo nalgas, casi tanto como si al pronunciar estuviera agarrando un par de ellas; nalga es una palabra tan carnosa como lo que representa, se llena la boca con sus fonemas, suena fuerte, determinante.
Por el otro lado, las palabras que no me gusta pronunciar, mucho menos oír, curiosamente tienen que ver con las nalgas y sus alrededores: Culo, ano y pedo.
Así que a manera de terapia decidí acercarme a estas palabras y lo que representan en el día a día, incluso hasta en la historia. Por principio de cuentas, entendiendo culo como el conjunto de las dos nalgas, al culo hay que tratarlo con respeto porque es parte fundamental en el equilibrio del cuerpo, al momento de caminar, al defecar y ya del coger ni hablamos. Es tan importante que deberíamos llamarle Don Culo.
Un culo más carnoso depende de la cantidad de grasa que se acumule en esa parte del cuerpo humano, por eso cuando bajamos de peso las nalgas se nos caen; pero ¿por qué es redondo? Unos explican que los mamíferos, en su evolución, han mantenido zonas curvas en sus cuerpos para lucir más atractivos y tener mayores chances de reproducción. ¿A poco no una mujer con nalgas más redondas es más atractiva a la vista? ¿A poco no una mujer nalgona está más cotizada? Veamos a Kim Kardashian que le ha puesto tiempo y dinero a su culo (igual al símbolo de infinito), para reproducir fantasías masculinas que le dejan provecho económico.
Otra explicación de su curvatura es que sirve como una especie de domo, una tapadera del ano para evitar la fuga de olores y fluidos. Esto suena lógico si pensamos que la hendidura interglútea, vulgarmente llamada rayita, sólo se abre al sentarnos en el retrete o cuando permitimos que alguien nos abra las nalgas por placer o consulta médica. Así, las nalgas erguidas o escurridas son solidarias y permanecen unidas para disimular aromas vergonzosos.
Y ya que estamos en esta zona, el ano es tan desagradable a la vista que modelos como Paris Hilton han pagado blanqueamientos estéticos para quitarle su color moreno y así mostrar, cuando se da la ocasión, un ano inmaculado.
Normalmente el ano de un ser humano mide tan solo 38 milímetros, de manera natural tiene pelos cuya función es evitar que se rocen las nalgas y atrapar el mal olor; así que antes de rapar al chiquito piénsalo dos veces.
Al ano también se le nombra orto, ojete, mil arrugas, puerta trasera o anillo, este último término ilustra su redondez y también tiene sentido si explicamos que los esfínteres son los dos músculos que precisamente tienen forma de anillo y lo manipulan para abrirse o cerrarse.
El ano y su limpieza son fundamentales para evitar infecciones o al menos una molesta comezón causada por la irritación que generan las bacterias no removidas; pero, ¿a ustedes les gustaría que siendo adultos tuvieran un asistente que les limpiara la cola? Ese oficio existió por muchos años en la Casa Real Británica, en inglés le llamaban groom of the stool, el novio de las heces.
Este oficio puede sonar cagado y desagradable, pero en su mo- mento era un honor limpiarle las nalgas al rey, ¡que más cercanía que tocarle el culo y oler lo que de ahí salía! Si hoy llamarle lameculos a una persona es peyorativo, antiguamente ser el limpiaculos del monarca era un puesto que se disputaban entre ricos y poderosos. El groom of the stool más famoso fue Sir Henry Norris, que terminó siendo decapitado por orden de Enrique VIII, quien lo acusó de andarle revisando las nalgas, de otra forma, a Ana Bolena.
Hay que decir que la reina británica también aprovechaba esa prestación. Tenía una mujer que al igual que el asistente del rey cargaba con la bacinica portátil a todos lados con papel y agua suficiente. Además de la limpieza, su función se extendía hasta analizar lo expulsado para tomar medidas en cuanto a la dieta de los monarcas, de ser necesario.
Finalmente, la palabra pedo, la mezcla fonética más apestosa del diccionario. Sin armarla de pedo, sólo les digo que bonitas o arañas, guapos o chacalones, todos cargamos con ellos en el estómago. Se calcula que a diario cada uno producimos hasta litro y medio de gas, en dónde lo soltemos es pedo de cada quien.
Si a ti como a mí no te gusta decir pedo, la próxima vez que te llegue un olor así puedes decir que el aire huele a una mezcla de hidrógeno, metano, carbono y azufre, pero aclaremos que el ano es inocente, él no produce flatulencias, sólo las libera y suenan más o menos fuerte dependiendo de lo apretado que esté el esfínter, la velocidad a la que viaje el gas, la humedad y la grasa corporal.
Difícil de Creer.
