La literatura para entender la maldad
#LibrosAlDesnudo
Por Jaime Garba
Los atentados perpetrados el fin de semana pasado en Francia paralizaron al mundo, claro viene el debate sobre sufrir y preocuparnos también por lo que pasa en otros países, incluido el nuestro, en el cual podemos sentir cómo día a día los criminales podrían, sí así lo designan sus malditas almas, quitarnos la vida con suma facilidad. No obstante, hay varios aspectos que detonan esa difusión extensa de los acontecimientos en París y no es la prensa mundial solamente que transmite a la humanidad que una de las ciudades más hermosas del planeta ha sido herida con actos terroristas, sino el hecho de que al Estado Islámico no le tiembla la mano para asesinar en nombre de Dios.
Ningún crimen está justificado, y es por eso que la razón humana, la más elemental, la que no necesita de estudios, investigaciones o declarativas de intelectualismo; no entiende cómo un grupo de personas accionan armas, detonan explosivos y al ver correr la sangre puedan gritar Allahu Akbar (Dios es grande). El temor que infunden estos tergiversadores del Islam no tienen comparación, porque es imposible razonar con ellos y por ende hacer que cambien de opinión, qué trágico estar en una guerra donde el enemigo está dispuesto a morir, porque ello augura una derrota para quienes están del otro lado.
Quizá lector comprendas bien los conflictos sociopolíticos que ha llevado a la fundación y crecimiento del Estado Islámico y su guerra contra sus hermanos “infieles” musulmanes; quienes profesan otra religión o con las potencias mundiales; sin embargo no es fácil comprender el origen y evolución ideológica de estos grupos radicales pues para entender su proceder hay que saber sobre el Islam y con una precisión minúscula poner el dedo en el punto en que se fractura una religión que pregona amor y armonía inclusive con quienes tienen diferencias religiosas. La tergiversación más clara que hace el Estado Islámico del Corán es una metáfora sobre su manera más común de asesinar; y parte de la sura (capítulo 47) que dice: “cuando te encuentres con los infieles, atacadlos en el cuello hasta someterlos, entonces atadlos fuertemente, luego devolvedles la libertad, de gracias o mediante rescate, para que cese la guerra”. Las primeras palabras de esta idea son las que hacen que grupos como ISIS sientan la anuencia de un poder divino para matar pensando cumplen con una misión.
Mis intereses me han llevado a acercarme al Islam, y ha sido inevitable encontrarme con información sobre estos grupos criminales que se apropian falsamente de esta religión, que se apegan a ella y que dicen ser sus verdaderos practicantes. Es tan vasta toda la documentación que existe sobre el tema que uno siente infinita la posibilidad de explorar por completo todo esto que hoy en día y que desde hace décadas nos aqueja como humanidad.
Una de las maneras que mejor me han servido para abordar el tópico es la literatura, puesto que no pocos autores dedican sus obras a desentrañar los enigmas del Islam y el nada vinculable Estado Islámico. A mi cabeza vienen tres ejemplos importantes que además nos pueden servir para entender lo que pasó en París, hechos que desde las perspectivas literarias allí vertidas no sólo nos explican, sino que nos hacen sentir en carne propia cómo piensa un “soldado de Dios”, además, por supuesto, de todas las repercusiones políticas, sociales y religiosas que existen.
El primer libro, referencia constante e indiscutible es Joseph Anton, del Salman Rushdie, biografía del autor de Los Versos Satánicos, libro que le causó la fatua que le persiguió por muchos años y que le mantuvo cercano a la muerte por parte de grupos extremistas que creían que su obra atacaba a Mahoma, el fabuloso texto nos permite conocer de cerca lo difícil que fue para Rushdie enfrentar al fanatismo religioso, el cual costó vidas de personas involucradas en la publicación del libro; es una memoria certera donde se puede sentir el miedo, pero también la rabia por no tener cabida a cómo es que un ser humano se atreve a arrebatarle la vida al otro sin demostrar una mínima pizca de culpa. Entre los poderosos y reflexivos fragmentos, comparto uno que me parece engloba todo lo que deseo transmitir: “Rushdie, eres hombre muerto, vociferaban los manifestantes, y por primera vez pensó que quizá tenían razón. La violencia engendraba violencia. Al día siguiente hubo más disturbios en Cachemira –su querida Cachemira, la tierra originaria de su familia- y otro hombre resultó muerto. La sangré traerá sangre, pensó.”
Otro título que es sumamente interesante para conocer bien el Islam y sus ramificaciones es “Los dos mensajes del Islam. Razón y violencia en la tradición islámica” de Antonio Elorza, publicado por Ediciones B, que en voz del mismo Elorza: “Hablar de Islam y de islamismos supone plantear de entrada una doble cuestión, de contenidos y de límites. El significado del Islam como religión no ofrece excesivas dificultades, salvo tal vez la necesidad de afrontar la desviación sugerida por aquellos que a efectos polémicos intentan desplazar el análisis desde su punto de partida inequívoco, Islam como sumisión del creyente a la divinidad, a la consideración lateral del Islam como paz.” Este ensayo, de ágil lectura permite analizar a cabalidad gran parte de la idiosincrasia musulmana, permitiendo al mismo tiempo reflexionar sobre aquello que se debe hacer, asumiendo un estado crítico y proactivo, donde la religión y la fe buscan un sentido práctico.
El último libro por recomendar es “Sumisión” de Michel Houllebecq, el polémico novelista francés cuya mala suerte permitió que su novela saliera a la luz casi a la par de los atentados contra la revista satírica Charlie Hebdó. En esta obra Houllebecq proyecta la llegada al poder en Francia de un partido político musulmán; la novela no habla más que de un hecho poco deseable para las sociedades conservadoras y los islamofóbicos, pero en realidad su trabajo no es una proyección violenta sino bien estructurada de cómo tendría que adaptarse la sociedad francesa a un gobierno de este tipo. Desafortunadamente los atentados terroristas potenciaron la animadversión a los musulmanes y por ende el libro adquirió connotaciones desviadas a la estructura literaria y certera del novelista francés, que hay que decir no está desfasada de la realidad, tomando en cuenta que las estadísticas demuestran que el Islam será la religión más profesada en el mundo en el 2050, año en el que se desarrolla la novela.
En otras ocasiones he hablado de la literatura como vehículo de paz, de sanas ideas, de diversión y alimentación del alma, pero como en la vida misma, los libros nos proveen de maneras de reconocer también esos lados oscuros que nos habitan, y si por medio de la lectura podemos entender el mal, quizá sea una manera de vencerlo.
