COMIENDO CON GORKA
Leíste bien. No hay ningún error en el título. Efectivamente, dice “comiendo con Gorka” y no “comiendo en Gorka”. Tras las fiestas decembrinas, hemos continuado con nuestro recorrido de Comer y Beber al estilo Playboy, y nos llevamos una gratísima impresión desde que arribamos a Volcán 150, en Lomas Virreyes, muy cerquita de Paseo de las Palmas.
Después de una calurosa bienvenida, comenzamos con las entradas. Nos decantamos por unas alcachofas al centro y unas croquetas de bacalao. Como era de esperarse, la comida iba muy bien, y la bebida también (deben tener un muy buen mixólogo porque nos preparó un gin de frutos rojos que nuestro paladar sigue agradeciendo). Mientras disfrutábamos de una amena charla, percibíamos un ambiente muy agradable. Es verdad que alrededor había mucha gente de negocios, pero también varios grupos de amigos y algunas familias.
Después llegó el plato fuerte y en eso estábamos cuando, literalmente, Gorka se sentó en nuestra mesa para platicarnos un poco acerca de su vida, de cuándo y cómo llegó a México, de qué fue lo que lo llevó a emprender, de su pasión por la cocina y el detalle con el que cuida cada aspecto del restaurante, no solo en la calidad de sus platillos, también en el servicio, en la limpieza y en general en el ambiente. Y es que el interior tiene una personalidad propia, y la terraza otra, más juvenil, más distendida, más libre.
Todo tiene una razón de ser. “Queremos que los comensales se sientan como si estuvieran en su casa. No nos gustan los protocolos, si alguien aquí quiere comer con las manos, que lo haga”, nos decía el propietario. La aseveración nos causó sorpresa, porque el ambiente que reina en el restaurante es de negocios y la gente que acude cuida mucho las formas. Por supuesto, nadie va a comer con las manos, pero a lo que Gorka se refería, en sentido figurado, era a su intención de ser lo más hospitalario posible, el mejor anfitrión y quizá el más cálido de cuantos hemos visitado recientemente.
“Se sentó con nosotros, porque venimos de Playboy”, bromeamos. Pero después de un rato ameno, Gorka se paró y fue a otra mesa, y luego a otra y a otra. No podría decir que saludó a toda la gente, porque también había que ir a la cocina (casi nos pareció omnipresente) pero sí que nos dejó una gran sensación como anfitrión.
¿Qué hay de la comida? Bueno, ¿ustedes creen que el lugar estaría tan lleno, y que la gente lo saludaría tan amable, si la comida no fuera excelente? Mejor les compartimos imágenes, esas que dicen más que mil palabras:
