System of a Down: La noche que un ángel no merecía morir

Por Arturo J. Flores

@ArturoElEditor

“No voy a tocar la puta canción hasta que se callen”, dijo Daron Malakian y clausuró su guitarra cruzándole encima los brazos. La misma guitarra que minutos antes había desatado un huracán de cuerpos en el moshpit, interpretando una versión abrasadora de Chop Suey!.

Daron había pedido a un abarrotado Palacio de los Deportes que guardara un momento de silencio por la fallecida abuela de su compañero Shavo Odadjian. Pero qué complicado es pedirle a una tribu de más de 20,000 apósteles del metal que no haga ruido. Resignado, el guitarrista comenzó a tocar Lonely day. La solidaridad que faltó para hacer silencio, apareció para entonar las estrofas que a Shavo le arrancaron una lágrima que se secó con el dorso de la mano. Según se pudo apreciar en las dos pantallas dispuestas en el Palacio de los Deportes.

“Y si te vas/quisiera irme contigo…

Y si mueres/ quisiera morir contigo…

Tomar tu mano y alejarme…”

Aunque las 21 canciones anteriores habían salido impecables de su instrumento, Daron cometió un error en el solo de Lonely day cuando se acercó a su compañero para besarlo en la mejilla. Las muestras de cariño hacia el bajista, enfundado en su característico jersey negro con el 22 al frente y en la espalda, se manifestaron en forma de aplausos.

Más tarde Serj cantaría los contrario, pero en ese momento coincidimos todos en que había un ángel que no merecería morir.

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“Creo que no confías en mi

justo suicidio,

cuando los ángeles merecen morir”.

Aquello era el reencuentro de dos viejos amigos. Dos socios que sólo se han visto, contando la de este martes, dos veces. México y System of a Down. Un país que en septiembre de 2011 acogió por primera vez a un grupo californiano aunque de raíces armenias, en este mismo recinto. El que peor acústica tiene. Como si invitaras a un compadre a dormir en tu casa… en una cama de clavos.

Ya lo dijo Miguel Ríos: el rock no tiene la culpa.

Por eso SOAD, después de la intensa actuación de los chihuahuenses Apolo que sin embargo se llevó su triste cuota de chiflidos malinchistas, salió pasadas las 9:20 PM a decir “este escenario es mío”.

Un Papa dijo que México sabe cantar. Y esta noche una generación de herejes le dieron la razón desgañitándose para exigir que los ángeles pierdan la vida. Ese estribillo y los indescifrables versos –washeados a todo pulmón, porque la emoción no admite vergüenzas- de Chop Suey! fueron escandalosamente coreados por una turba que demostró, con su pasión, que los System no son one hot wonders.

Desde la explosiva apertura con I-E-A-I-A-I-O quedó claro que hasta los frígidos del futbol como yo, sentimos un orgasmo cuando nos ponen a cantar hinchas deportivas en forma de canciones.

Prision song fue uno de sus momentos asesina-tímpanos. Curioso escuchar esa canción detrás de la reja de la sección D-21, adonde un Lobo acudió a regañarnos por sacudir la malla ciclónica.

“Ellos tratan de construir una prisión para ti y para mí…”

No pude evitar acordarme que en México el Chapo se ha escapado dos veces y que, según el Universal, el que fuera director de la primera prisión de la que se fugó, vive con privilegios entre los que se cuentan visitas privadas, dos celulares, comida y bebida gourmet.

“El dinero de la droga se utiliza para decidir elecciones

y patrocinar entrenar dictadores brutales

en todo el mundo”.

 

Una canción de 2001, cuando se registró la primera huida de Joaquín Guzmán Loera.

Casi sin pausas. Si acaso Serj Tankian para hacer referencia al modo violento que los gringos tienen para resolver sus conflictos. Los System fulminaron a sus escuchas durante poco más de una hora y media con canciones como Bring your own bomb, Hypnotize, ATWA, Pyscho, Lost in Hollywood, Spiders para terminar con dos descargas letales. Toxicity, que es himno en una de las ciudades más contaminadas del mundo, y Sugar.

Sin encores, pero con una despedida larga que permitió que el Palacio de los Deportes se vaciara de gente y se llenara de ecos, el cuarteto dio por clausurada la noche.

Ahora si, aunque tarde, Daron consiguió ese momento silencioso que había exigido. Pero ya no estaba ahí para escucharlo.