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Iron Maiden, Slayer y su noche mexicana

Por: Jafet Gallardo 05 Jun 2018
A los 56 años, espero poder subir la pierna tan alto como Janick, que la recarga en un amplificador de […]
Iron Maiden, Slayer y su noche mexicana
A los 56 años, espero poder subir la pierna tan alto como Janick, que la recarga en un amplificador de más de 1 metro 20 centímetros. Con todo y que soy ateo, le pido a Dios que a los 55 sea capaz de pegar semejantes carrera de extremo a extremo del escenario igual que Bruce. De perdida, que a los pueda mover las piernas tan rápido como Nicko, que no las ha dejado descansar por espacio de dos horas en las que castigado los bombos de su batería. Bueno, bien me irá si a los 56 aún tengo tanto cabello como Dave o Adrian.
 
Ya lo pensé mejor: ojalá y como Steve, a los 57 cinco de mis mejores amigos sigan vivos y acompañándome a hacer locuras alrededor del mundo.
 
Debajo de este desesperante aguacero, con el frío hecho alfileres que se me clavan las piernas, cualquiera puede dudar que así sea. 
 
Sobre todo si la muerte, esa que dicen lleva por rostro una calavera similar a la que se pinta Papa Emeritus II, el enigmático vocalista de los suecos de Ghost, te sorprende como lo hizo con Jeff Hanneman. El guitarrista de Slayer falleció el 2 de mayo pasado a consecuencia de la fascitis necrotizante que contrajo a raíz de una picadura de araña. Tenía 49 años y muy mala suerte.
 
Esas son las cosas que uno se pone a pensar debajo de la lluvia de un martes, un día después de celebrar la supuesta independencia de un país en la que no hace muchos años un fanático de Slayer o Iron Maiden podía haber sido levantado por una patrulla debido a su pinta. Y aunque esa posibilidad hoy en día es casi nula, queda clarísimo que lo que el Estado mexicano entiende por “aplicación de la ley” se parece mucho a la canción No Mercy, de Slayer, el segundo grupo en saltar al escenario del Foro Sol: “I take lives and show all no mercy this night”.
 
Pero deslicemos un cuchillo en este pastel vespertino para observarlo rebanada a rebanada. 
 
 
Bolsean al fantasma
El primer pretexto para permitir que las nubes se nos escurran por la ropa y nos convierta en peces erguidos lo representa un sexteto de suecos que suelen esconderse detrás de túnicas negras (a excepción de su líder que se viste de Papa) y se autodenominan Nameless Ghoul. Ghost es la banda y aunque uno que otro despistado podría irse con la finta de que suena a black metal nórdico, la realidad es que los sonidos que profieren los músicos remiten bastante a Black Sabbath.
 
Aunque muchos esperábamos disfrutar del espectáculo profano de Ghost en su máximo esplendor, con Papa Emeritus II exhibiendo una descomunal mitra en su cabeza, nos quedamos con las ganas. El vestuario del grupo fue robado y los músicos tuvieron que improvisar con sudaderas. Sin embargo, la música llena el huevo visual. La aparición del Fantasma dura lo que el avistamiento de una Virgen en un sándwich, pero en la memoria se queda el pegajoso coro de Mostrance Clock: “come together… for Lucifer’s son…”.
 
 
Angelito de la muerte, mi dulce compañía
Y ya bien remojados, jugamos el juego que Slayer nos propone: el de las cabezas sacudiéndose en el aire igual que lo hace Kerry King con su tatuada testa, de las manos haciendo “air guitar” y “air drums”, como el baterista Paul Bostaph, que sustituye a Dave Lombardo desde que éste fue echado de las filas de los californianos.
 
Estamos en un concierto de metal. Y supuestamente los tipos duros no se quiebran. Pero estoy seguro que a muchos, como a mí, se les quiebra la garganta (lo bueno es que nadie lo nota en medio de esta masacre de bocinas) y se les enchina el cuero cuando en las pantallas comienzan a aparecer fotografías de Hanneman (Hanneman de niño, Hanneman pintando pito, Hanneman en su boda, Hanneman con James Hetfield, de Metallica, o con Scott Ian, de Antharx) mientras sus compañeros dejan el hígado interpretando South of Heaven, Raining Blood (que con la lluvia que azota al DF marida a la perfección) y Angel of Death, la que fuera la principal aportación del músico a la banda.
 
Ojalá, pienso, la barba se me llene de canas como a Tom Araya, chileno al que ya se le olvidó el español, antes de morir. Que me alcance el alma y el cuerpo para dejar por lo menos un pretexto para que mis amigos se acuerden de mí.
 
Por favor, que nunca me pique una araña.
 
 
Pan con lo mismo… mismo placer
Iron Maiden es una máquina perfectamente aceitada, pese a la edad de sus integrantes. ¿Sorpresas? La verdad es que los británicos no deparan ninguna. Observarlos en vivo es, a la vez, una cátedra de vitalidad porque ni los huesos cansados ni las arrugas les impiden correr, saltar y abrir las piernas como si se tratara de seis Dorian Greys encerrados en los cuerpos de sus abuelos. ¿Será que, como Benjamin Botton, cumplen años al revés?
 
Maiden England 2013 es la reversión de la gira con el mismo nombre, pero acontecida en 1988, y presentada como VHS un año después. Ahora, la gira se presenta aumentada. Como dice mi compañero de concierto mientras un Eddie robótico asalta el escenario durante la interpretación de Run to the Hills, “cómo recuerdo cuando sólo era un monito adentro de una botarga”.
 
La sucesión de canciones golpea directo en el corazón y la nostalgia, aunque se trate del mismo circo ambulante que los Maiden montan desde hace muchos años alrededor del mundo: Bruce vestido de militar y agitando la bandera inglesa en The Trooper, Steve señalándonos con su bajo como si fuera metralleta en 2 Minutes to Midnight, la efigie en forma de macho cabrío emergiendo detrás de la banda en The Number of the Beast o a nosotros, la gente, entonando aguantes futboleros encima de la armonía de guitarras en Fear of the Dark.
 
O sea, nada nuevo bajo el sol.
 
Hum, bajo la lluvia.
 
¿Pero quién necesita algo nuevo?
 
No existe nada más delicioso que comer, de vez en cuando, pan con lo mismo.
 
Ese pan es el que mantiene vivos, saludables y llenos de energía (y dinero) a los Maiden.
 
Dos horas y 17 canciones después, sigo pensando lo mismo: ojalá a los 56 años, yo también pueda levantar la patita tan alto como Janick Gers.
 

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Foto perfil de Jafet Gallardo
Jafet Gallardo DIGITAL EDITOR Me gusta capturar historias en video y escribir mis aventuras de viaje. El conejito se volvió mi mejor amigo.
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