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#PlayboySeLee: Cristiano Ronaldo

Por: Jafet Gallardo 05 Jun 2018
En 2012, cuando le pregunté al escritor argentino Eduardo Sacheri, famoso por sus cuentos de futbol, por los dos mejores […]
#PlayboySeLee: Cristiano Ronaldo
En 2012, cuando le pregunté al escritor argentino Eduardo Sacheri, famoso por sus cuentos de futbol, por los dos mejores jugadores de la actualidad, me dijo: “Me parece que [Cristiano Ronaldo] es un estupendo jugador, pero siento que es la reencarnación de cosas que yo aborrezco: el futbol más como espectáculo que como juego. Un tipo que pone su estética y la estética de sus festejos por encima del juego. Cuando Messi mete un gol, lo primero que hace es ir a abrazar a sus amigos, al equipo. Y Cristiano lo primero que hace es buscar una cámara.”
 
Es difícil refutar los argumentos de Sacheri. Ronaldo es el futbolista más metrosexual y mediático del mundo, aunque las cifras lo pongan por debajo de Messi. Ronaldo es la estrella de la publicidad, el hombre que sale con súpermodelos, tiene autos costosos y ostenta una imagen impecable; mientras Messi es el niño bueno y tímido al que, Joseph Blatter decía, los padres de familia les gustaría tener en casa. Mientras Messi duerme o juega PlayStation, Ronaldo va por el mundo conociendo chicas o luciendo su cuerpo en anuncios de ropa interior.

Alrededor de Messi y Ronaldo, la prensa deportiva ha construido una de las rivalidades más importantes y necesarias del futbol mundial. El relato del héroe y su némesis. Si esto fuera un cuento de Borges, Messi no podría entenderse sin Ronaldo, y viceversa. Los dos están del mismo lado del futbol: hombres talentosos, desequilibrantes, idolatrados, ganadores de éxitos colectivos e individuales. Sin embargo, representan dos estilos de vida y de juego distintos: por el lado del argentino, están la discreción, la vida familiar, el bajo perfil, la cascarita noble, el futbol leal y hecho en casa entre amigos; por el lado del portugués, el canto de las sirenas, la soberbia mediática, el arrastre publicitario, la riqueza en el esquema del libre mercado, la elaboración del mito personal por encima del aporte colectivo.
 
Más que la némesis de La Pulga
Durante los últimos cuatro años, es lugar común decir que Cristiano Ronaldo está a la sombra de Messi. Si Ronaldo anotaba un hat-trick, su rival se despachaba con un póquer de anotaciones. Si Cristiano ganaba una Liga, Lio ganaba una Champions League. Si el portugués marcaba 40 goles por temporada, el argentino lo superaba en el último suspiro. Si Cristiano representaba la eficacia de Mourinho, Messi era el arte de Guardiola. La polémica alcanzó incluso a la fifa, que elegía siempre al nativo de Rosario por encima de Ronaldo. Pero el último mano a mano entre ambos por fin trajo una alegría al portugués. La fragilidad de Messi volvió a hacerse patente y abandonó las canchas en la recta final del año para aliviar una lesión muscular y estar listo para el Mundial de Brasil, lo que le dio una tregua a Ronaldo para acaparar el galardón como mejor futbolista del mundo en 2013.
 
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Apenas el pasado 11 de diciembre, en otra de sus grandes actuaciones, Cristiano entró en los récords de la Champions como el máximo anotador en la primera fase de este torneo; aunque en el mismo partido había fallado un penal que había cobrado con soberbio desdén ante el Copenhague danés. Algo de ese gesto resume a este hombre nacido en Funchal, Madeira, el 5 de febrero de 1985. Una especie de egolatría exquisita. Un rival a quien odiar con toda el alma. Un hombre para cargar un equipo a las espaldas, como le ha pasado con su propia selección, Portugal; y en varios tramos con el Real Madrid. 
 
Ronaldo empezó su carrera en un pequeño club portugués donde trabajaba su padre, pero muy pronto las ofertas de los equipos lusos más poderosos llovían sobre su dorsal. Así saltó desde un archipiélago volcánico y turístico a los escenarios más exclusivos del planeta. Apenas a los 16 años debutó con el histórico Sporting Lisboa, y a los 18 ya portaba la casaca número 7, legado de David Beckham, en uno de los clubes más poderosos del orbe, el Manchester United. Allí realizó su evolución de velocista extremo a goleador letal. Transformado en la máxima figura de los Red Devils, se afirmó en la cumbre del futbol mundial al pasar al Real Madrid en 2009 en un traspaso por 80 millones de libras, en aquel entonces, el más caro del mundo.

La mudanza determinó su transición al estrellato absoluto. Piedra angular del ataque merengue, jugando en esquemas contragolpeadores con técnicos como Mourinho o Ancelotti, a Cristiano no le pesa la soledad en el frente de ataque ni los rencores del público. Anota desde todos los ángulos, con impresionantes remates de cabeza en que parece liberarse de la gravedad, con disparos potentes en carrera o tiros libres magistrales, así como sprints desde el extremo del campo. Es el niño malo y caprichoso al que no le gusta prestar el balón y mucho menos perder un partido. “No pienso en récords, el principal objetivo es ganar trofeos”, dijo después de su última hazaña en Champions, identificando ese punto que separa a los grandes jugadores de aquellos que construyen dinastías. Esos que, sin dejar de ser fenómenos en el campo, hacen mejores a sus compañeros y hacen ganar títulos a su equipo.
 
El fenómeno CR7
Los románticos del balompié detestan sus desplantes, sus actitudes narcisistas y su egoísmo en la cancha, ese sitio que parece apenas una extensión de las pasarelas en Ronaldo. Pero en los momentos de sofocones futbolísticos es el elegido para darle el balón. Ningún fichaje ni delantero de la última época en el Madrid ha podido hacerle sombra. Se ha convertido en el líder y en el alma genuina de los Merengues en lucha eterna con el Barcelona y el resto de los equipos poderosos de Europa. Sus goles en apenas cinco temporadas en el club blanco ya le han dado las armas para rivalizar y dejar atrás estadísticamente a leyendas del club como Amancio, Butragueño o Hugo Sánchez. Hasta mediados de diciembre de 2013, Cristiano había anotado 349 goles en todos sus clubes, con 226 goles en el Madrid y 47 con Portugal (ya es el máximo goleador histórico de su selección nacional).
 
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Estas cifras representan una verdad tan simple como chocante para algunos y también una consigna para sus fans. Su cuenta de Twitter posee más de 23 millones de followers y contando. Internet arroja casi el triple de resultados vinculados a su nombre. Con una fortuna personal estimada en más de 130 millones de euros, Ronaldo se embolsa 15 de éstos por temporada por jugar en el Madrid, sin contar ingresos de aproximadamente 21 millones de euros, según Forbes, por contratos comerciales con Nike, Konami, Coca-Cola, Herbalife, Motorola y Watch Brand Jacob&Co, a los que cabe agregar la marca mexicana Bimbo. Cierto, Ronaldo es un futbolista que no se entiende cabalmente sin su perfil publicitario y con ello sigue la misma lógica comercial de los atletas top del mundo. Pensemos que sus goles en el repechaje mundialista ante Suecia, que llevaron a la Copa del Mundo a los lusitanos, viraron la suerte a favor de unos 400 millones de euros en comercialización, publicidad, viajes y apuestas dentro de su natal Portugal.
 
Aunque elogiado por Sir Alex Ferguson, Butragueño y otras figuras del futbol, el mundo aún le pone reparos a Ronaldo. Cada una de sus acciones es revisada con detalle y contrastada con las de Messi. Aunque ha ganado moderación, liderazgo y madurez, aún no obtiene el respeto total de sus pares. La calidad de Ronaldo no se pone en entredicho en el campo, pero como en un destino paralelo al de su némesis argentina, todavía le pesa no haberse coronado en la mayor competencia del balompié mundial. Además, fuera del orbe futbolístico, el personaje de Ronaldo parece resumir los escandalosos contrastes económicos en el mundo moderno y la aparatosa separación entre la esencia y la apariencia. Oscilando entre sus logros deportivos y quienes lo catalogan como un mero símbolo de la publicidad, el lujo y del espectáculo, Cristiano Ronaldo se prepara para el mayor desafío de su carrera: su pretensión de convertirse en campeón del mundo cargando sobre sus hombros a la selección portuguesa.

El otro Ronaldo
La vida personal de Cristiano es una cinta de contrastes. Desde 2010, es padre de un hijo, cuya madre sigue en el anonimato por un acuerdo con el futbolista; mientras él vive una relación con la modelo rusa Irina Shayk. El futbolista posee una lujosa colección de autos deportivos que incluye un Koenigsegg CCX, un Lamborghini Aventador y un Bugatti Veyron hecho especialmente a la medida. No obstante, Ronaldo ha realizado donaciones y subastó en 2011 su Bota de Oro para recaudar fondos para los niños damnificados en los bombardeos en la Franja de Gaza. También se han reportado acciones benéficas para infantes de Singapur, donaciones para damnificados por un tsunami en Timor Oriental o apoyo en hospitales para niños con cáncer en Portugal. “Muchos me ven y creen que saben todo acerca de mí, pero no. Soy una persona que se preocupa por los demás y siempre trato de ayudarlos”, dijo en entrevista para un diario británico.
 
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Jafet Gallardo DIGITAL EDITOR Me gusta capturar historias en video y escribir mis aventuras de viaje. El conejito se volvió mi mejor amigo.
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