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Peter Murphy y su esencia en México

Por: Jafet Gallardo 05 Jun 2018
“¿Por qué rayos venden camisetas de Joy Division en un concierto de Peter Murphy?”, me pregunto, cuando salgo del Teatro […]
Peter Murphy y su esencia en México
“¿Por qué rayos venden camisetas de Joy Division en un concierto de Peter Murphy?”, me pregunto, cuando salgo del Teatro Metropólitan y voy echando una ojeada a la mercancía oficialmente pirata. Pero las hay también de Depeche Mode y otras agrupaciones “afines”.
Entonces me acuerdo que esta noche, antes de Murphy, nos tuvimos que refinar a una agrupación californiana identificada como New Division, a la que varios aplaudieron pero muchos padecimos por no encontrarle razón a su participación como teloneros, como no fuera provocar la convivencia de los asistentes en los pasillos del recinto ubicado en la calle de Independencia.
Conclusión: los vendedores callejeros son muchos mejor “curadores” que aquellos que ponen el dinero para traer a México a los artistas internacionales.
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Si bien a los New Division se les reconocen los pantalones por enfrentar a una audiencia que bien podría recibirlos con los “tacos por delante”, para decirlo en conveniente lenguaje futbolístico, también hay que subrayar que uno que otro cambio de ritmo, efectos y melodía les vendría bien para que los no iniciados en su música pudiéramos distinguir una canción de otra.
Las esperanzas que algunos Godínez conservamos por no salir tarde de un concierto en miércoles se vinieron por tierra cuando la figura espigada del ex vocalista de Bauhaus se recortó entre la bruma de un escenario sin adornos, un poco después de las 10 de la noche. Ni modo, el “a ver si alcanzo metro” atravesó el pensamiento de muchos con la rapidez del primer guitarrazo de la noche.
Y por si después del riguroso dresscode negro que los góticos utilizan casi sin excepción para saludar a sus embajadores cuando vienen de visita, aún quedaba una duda del tipo de concierto del que se trataba, la presencia de diversas celebridades del subterráneo mexicano lo constató. Ahí estaba Chava, cantante de La Casta y Salvador y los Eones, cruzado de piernas en su butaca esperando a que alguien le sacara tarjeta roja a las luces y Murphy reclamara su reino.

El templete desnudo de ornatos, con sólo las luces dirigiendo sus navajas blancas hacia los músicos, se sacudió con la pesada introducción de Hang up. Peter se mostraba un poco inseguro aunque no se percibió titubeo en la voz sino en la forma en que caminaba inquieto de un lado al otro, quizá inconforme de la sonorización de los monitores. Pero a la segunda canción, Low tar stars, volvió a pararse como siempre, como el barón británico acostumbrado a que cuando canta, hasta el silencio se queda callado.
Casi sin discursos, si acaso uno que otro “gracias, México” dirigido a un país que lo ha invitado a pasar en tres ocasiones en menos de dos años (dicen que los vampiros no pueden entrar a tu casa sino los convocas tú mismo), Murphy se dedicó colocar la voz encima de la densa ejecución de sus músicos, quienes dotaron a sus canciones de una estridencia que no suelen tener en las grabaciones. Eliza y Holy Clown, por ejemplo, hicieron que algunas cabezas se menearan a la usanza metalera, sin que necesariamente Murphy tenga mucho qué ver con el género de Black Sabbath.
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El momento “Bauhausiano” no podía quedar relegado de un concierto incapaz de sacudirse de encima la nostalgia: Silent Hedges y She’s In Parties evocadas con dignidad hicieron viajar a más uno a los días en que no les dolían las rodillas cuando permanecían mucho tiempo de pie y la cerveza, aún cuando no podían pagarla, todavía no les provocaba gastritis.
The Prince & Old Lady Shade y Velocity Bird fueron anunciados como falsos finales. Peter Murphy no podía quedar a deber a la audiencia acostumbrada a convertir los conciertos en gigantescos karaokes, la oportunidad de “whashawashear” un clasicazo como Cuts You Up, una de las rigurosas de la gloriosa Rock 101. Ya antes habíamos “whashawhasheado” a volumen de susurro la emotiva Strange Kind of Love, con al que Drácula suele llevarle serenata a su vampirita.
Ésta, además de Lion, que intitula su más reciente disco, y Uneven & Brittle abrieron la llave para que irremediablemente la luz volviera a invadir el Metropólitan, Peter se largara a dormir a su sarcófago y las cenicientas urbanas recorriéramos la calle de Independencia entre camisetas de Bauhaus, Joy Division y Depeche Mode con la ilusa idea de alcanzar el metro, antes de que la medianoche nos sorprendiera.

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Foto perfil de Jafet Gallardo
Jafet Gallardo DIGITAL EDITOR Me gusta capturar historias en video y escribir mis aventuras de viaje. El conejito se volvió mi mejor amigo.
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