Comparte
Compartir
Suscríbete al NEWSLETTER

Nashville: The Music City

Por: Jafet Gallardo 05 Jun 2018
Siempre me pregunté qué habría en una fiesta con estrellas de rock en una suite. Hoy sé lo que hay. […]
Nashville: The Music City
Siempre me pregunté qué habría en una fiesta con estrellas de rock en una suite. Hoy sé lo que hay. De entrada, casi 30 personas que no hablan, sino gritan. Tres de ellas pertenecen a una banda de rock bastante popular en México. Tres más somos periodistas. Uno más es conductor de televisión en un canal de videos. Hay otro que conduce también un programa por cable, en el que las bandas se presentan en vivo. Hay tres actores; uno de ellos fue parte de un grupo de pop y se hace acompañar por su novia. Uno más actúa en telenovelas y llegó aquí en motocicleta, después de un trayecto bastante accidentado y azaroso, en compañía de otros tres centauros de acero. El último de los histriones es el más joven del grupo. También una productora. En la habitación de al lado, seis publirrelacionistas deliberan respecto a las acciones que llevará a cabo el grupo el día de mañana. Faltó decir que además de los arriba mencionados, hay dos gringas en la habitación.
 
Son las únicas –además de los conductores de las Harley Davidson– que no llegaron antier, como el resto, en un vuelo procedente del DF. Ellas dos son oriundas de Nashville, la llamada Music City, y se pegaron a la comitiva cuando íbamos saliendo de uno de las decenas de bares que visitamos en las últimas dos noches.
Pero hay más.
 
Nashville: The Music City 0
 
En las fiestas de rockstar hay alcohol. Algunas cervezas de lata compradas por precaución en las tiendas de abarrotes, pero sobre todo Jack, mucho Jack, en todas sus presentaciones. En su botella cuadrada, la más famosa, diseñada así por Mr. Jasper Newton Daniel hace más de 100 años para que no se pudiera rodar si se caía por la mesa.
 
Vaya qué funciona. Se nos han caído varias y ninguna ha alcanzado la alfombra.
 
También disponemos de una buena provisión de Gentleman Jack,  el más exclusivo de la estirpe por su doble filtración en carbón; el Single Barrel, madurado en barricas individuales e incluso una de Tennessee Honey, el nuevo elíxir mezclado con miel de abeja.
Uno no puede estar en una fiesta como ésta en la que Erik, el guitarrista de la banda DLD, conecta su iPad al sistema de sonido y comienza a jugar con un software que le permite convertirse en nuestro DJ, en la que el humo de los cigarros amenaza con despertar los detectores de incendios, en la que cada minuto y con cualquier pretexto, decimos “¡Salud!”; uno no puede ser parte de una bacanal clandestina como ésta y no sentirse completo.
 
Aunque durante estos días hemos comido como vikingos, la mayoría coincide que una botanita convertiría este momento en una sucursal del Cielo. Yo me conformaría con que alguien incendiara el colchón de la cama o lanzara la televisión por la ventana, lo cual no sucederá.
 
Nashville: The Music City 1
 
De visita en la meca
El punto de este viaje radica en la visita a la Destilería de Jack Daniel`s en Lynchburg, un pueblito de Tennessee que debe su fama no sólo al hecho de contar con un semáforo y 361 habitantes (pese a que el censo de 2010 señalaba que había más de 6 mil 300, pero qué carajo), además de una perenne Ley Seca que se impuso desde antes de los 30 (aunque en el restaurante de Miss Mary Bobo’s, donde se cuenta que Mr. Jack solía tomar el almuerzo, nos sirvieron unas exquisitas manzanas cocinadas con el whiskey más famoso del mundo).
 
La Destilería de Jack Daniel’s posee el registro más antiguo en la historia de Estados Unidos. Detalles de la vida de Jawsper Newton Daniel –un hombre que en Tennessee, como diría Lennon de los Beatles, es más popular que Jesucristo– son divulgados tanto por los empleados como por fans de la marca con devoción de quien nunca pronuncia en vano el nombre de su profeta. Que aprendió a hacer whiskey desde los 13 años, cuando le compró la Destilería a un Ministro luterano arrepentido de haber emborrachado a las ovejas del Señor. Que Mr. Jack, mucho más acorde con la filosofía del Nazareno, decidió multiplicar el vino y sin pretenderlo puso la piedra para que se fundara una religión en su nombre igual que pasó con Jesús. Henos aquí, 19 mexicanos que realizamos una peregrinación a la Tierra Santa, para ungirnos con el whiskey suavizado con carbón de maple. Y, de paso, disfrutar de unos días en Nashville: arrasar con su comida y errar por las noches en sus bares como barquitos sin brújula. 

—Si este chaparrito supiera el desmadre que hizo —dice con la boca llena de razón un PJ con resaca, bajista de DLD, cuando junto a sus compañeros, el guitarrista Érik Neville y el cantante Paco Familiar, se toman una fotografía con la estatua de Mr. Jack (de quien se decía, era tan bajito, que sus reproducciones en bronce suelen hacerse algunos centímetros más altas para no restarle presencia), que está en el centro de la Destilería, a un costado de la oficina en la que aún se conserva la caja fuerte que lo mató (luego de que Mr. Jack la pateara por no recordar la combinación y contrajera una fuerte infección) y por delante del manantial de agua libre de hierro que abastece la producción del whiskey. Del mismo modo que Moisés golpeó con su báculo la roca para dar de beber al pueblo elegido, un bebedero colocado cerca de la cueva y el manantial alivia a este cúmulo de elegidos con resaca.
 
Sí, vaya que este chaparrito puso al mundo de cabeza, pienso. No en vano Frank Sinatra se hizo enterrar con una botella de Jack Daniel’s y, en México, Charly Montana se tatuó la etiqueta en el brazo.
 
Nashville: The Music City 2
 
karaoke frustrado
¿Tendría sentido jugar a las vencidas con Superman? ¿Sacar a bailar a Tongolele? ¿Contarle un chiste a Adam Sandler? Así me siento esta noche en que los líderes del grupo nos han traído a un karaoke. A ver, no es que no me haya divertido a lo largo de esta semana en la que hemos parado en decenas de bares de todo tipo: En The Stage me quedé con las ganas de sacar a bailar a una gringa pelirroja mientras tocaba una banda de rockabilly integrada por tres prodigiosos viejillos; en el Coyote Ugly aullé contemplando a una mesera exprimir un limón colocado entre sus piernas abiertas directo en la boca de otra; anoche, el 4 de julio, me quedé boquiabierto ante la cinematográfica sincronización entre los fuegos artificiales que estallaban en el cielo y la música de Odisea 2001 que salía de las bocinas. También he bebido y comido como si no existiera el mañana y aún falta que en la cena de despedida, mi grupo tome por asalto la pista de baile del BB King’s Blues Club para impresionar con nuestros mejores pasos a la banda de afroamericanos que interpreta a James Brown. Eso será mañana.
 
Pero esta noche entendí porque la capital de Tennessee se hace llamar The Music City. Nuestros anfitriones de Jack Daniel’s nos han llevado a un karaoke y desde que llegamos, los ciudadanos nos han impresionado con un talento innato para la interpretación musical, que a estas alturas resulta insultante. Todos cantan bien. Un gordo se paró a versionar a Creedence y me hizo pensar que tenía delante de mí a John Fogerty. La chica que vende shots de tequila, por petición del Dj, nos complació con un hip hop –baile incluido– que haría palidecer a la mismísima Mala Rodríguez.
 
De hecho, la diferencia entre ellos y Diego Boneta, que es cantante profesional y saca la cara por el resto de nosotros, es inexistente. ¿Qué sentido tiene venir a un karaoke en donde eres el único que no sabe entonar ni siquiera un “Porque es buen compañero…”? 
 
No importa. Ahora vamos camino al hotel y estoy seguro que todos cabremos en la misma habitación donde podremos organizar otra muy buena fiesta de rockstars.
 

Nashville: The Music City 3

Este video te puede interesar

Foto perfil de Jafet Gallardo
Jafet Gallardo DIGITAL EDITOR Me gusta capturar historias en video y escribir mis aventuras de viaje. El conejito se volvió mi mejor amigo.
Descarga GRATIS Calendario Revive el Poder 2024
Calendario
Descarga AQUÍ nuestro especial CALENDARIO REVIVE EL PODER 2024.
Suscríbete al Newsletter
¡SUSCRÍBETE!