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Música de coñerías: Amar y desear no es igual

Por: Jafet Gallardo 05 Jun 2018
  Hay diversas teorías que explican cómo el ejercicio del placer se unió al del amor. Algunas están relacionadas con […]
Música de coñerías: Amar y desear no es igual

 

Hay diversas teorías que explican cómo el ejercicio del placer se unió al del amor. Algunas están relacionadas con procesos evolutivos del ser humano, otras con religiones y unas más con fenómenos sociales o de consumo. Esta idea, en vez de generar parejas de larga duración, ha ayudado a crear una suerte de “monogamia en serie” donde las personas se casan y se divorcian varias veces, tienen hijos sin conciencia real de lo que implica, sobrellevan existencias en las que la frustración, la ansiedad, el engaño o la tristeza pueden imperar.
 
El tema lo he abierto varias veces tanto con amigas como con lectoras. Muchas siguen creyendo que hay una gran diferencia entre “hacer el amor” y “coger”, que son mejores los encuentros eróticos donde el sentimiento es mutuo y tienen la esperanza de que tras su tercer divorcio, su cuarto matrimonio sí sea una hoguera de pasión y adoración hasta que la muerte los separe.
 
Yuridia me confesó que la ocasión en que le fue infiel a su marido tuvo los mejores orgasmos de su vida, pero no lo ha vuelto a repetir ni a sentir porque con su esposo no podría hacer lo que hizo con el furtivo amante, ya que esa noche “fue puro sexo, no amor”. Otras chicas dijeron sentirse satisfechas con su vida íntima, aunque afirmaron que les gustaría recuperar “la chispa” que había el primer año de relación.
 
¿Por qué cada vez hay más divorcios pero las personas insisten en vivir en pareja? ¿Hay forma de sentirse satisfechos sexualmente amando a aquella/aquel con quien cohabitamos? Especialistas de diversas disciplinas se han estado preguntando eso, generando diversas teorías que, sin dejar de respetar la lógica de cada área, son parecidas.
 
Estos personajes han llegado a una conclusión en común: el sexo y el amor son dos asuntos radicalmente diferentes, con objetivos, anhelos, claves muy particulares que se pueden llegar a unir y pueden coincidir si logramos entender, respetar su esencia para relacionarnos con base en ello.
 
La psicoterapeuta de origen belga Esther Perel lo llama “inteligencia erótica”. Afirma que hay personas que se casan varias veces pero tienen un mismo (tipo de) matrimonio, siendo que podrían casarse una sola vez y tener varios matrimonios con el mismo cónyuge (aplica en las uniones libres, por supuesto). Con base en su amplia experiencia en la terapia de pareja, dice que mientras el amor tiene que ver con un sentimiento de seguridad, de familiaridad, de rutina, de compañía, de intimidad (palabra que no tiene que ver con llegar a la cama), el erotismo se alimenta de la transgresión, del misterio, de lo prohibido, de la alteridad y, muy importante, de la libertad.
 
Como eso no lo enseñan en ninguna escuela, crecemos con la idea de que un asunto va pegado con el otro. Pero al eliminar la libertad y la espontaneidad que Eros exige en pos de mantener la intimidad y seguridad que caracteriza al vínculo amoroso, nos sentimos atrapados en una rutina donde la excitación sexual, con ese fuego tan suyo, se va extinguiendo.
 
Sylvia de Béjar, experta en sexualidad nacida en España, comenta que nos angustia demasiado “ser normales”, y eso no se puede definir en la sexología porque no hay modelos de normalidad sexual. Tendría que definirse de manera personal, siguiendo las reglas de hacerlo de manera sana, segura y consensuada. Así podríamos tomarnos la libertad de transgredir con nuestras parejas (ir a un hotel de paso, disfrazarse, usar un vocabulario menos dulce, enviar mensajes picantes), aunque eso no sea visto como “hacer el amor” sino como un asunto más instintivo, más visceral y, por lo mismo, más excitante.
 
Este asunto ha llegado a la filosofía contemporánea con pensadores como el suizo Alain de Botton, quien no es adorador del erotismo pero lo analiza como parte esencial de la vida. Señala: “El sexo permanece en un absurdo y quizás irreconciliable conflicto con algunos de nuestros compromisos y valores más altos. No es tan sorpresivo que no tengamos otra opción que reprimir sus demandas la mayor parte del tiempo”.
 
No abogo por un mundo en donde nadie se relacione por amor o en el que no se tengan encuentros cachondos riquísimos durante los cuales prevalezca el sentimiento de seguridad, de familiaridad. Al contrario, tendríamos que buscarlos con más frecuencia. Pero defiendo la idea de que para lograrlo y disfrutarlo de manera duradera, deberíamos entender las particularidades del amor y del deseo, tratando de unirlas o usar sus diferencias a nuestro favor.
 
Es como esa sentencia tan cierta que nos advierte no vivir con alguien cuya forma de ser no nos gusta, bajo la premisa de que lograremos cambiarla con el paso del tiempo. No hay que definir al placer como al amor ni pretender que son lo mismo. Tratar de hacer esa diferencia al menos por una noche podría ser una buena tarea para este mes, queridos míos. 
 

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Jafet Gallardo DIGITAL EDITOR Me gusta capturar historias en video y escribir mis aventuras de viaje. El conejito se volvió mi mejor amigo.
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