#HombresNecios: ¿El Mundial o yo?

De malas, enojada, muy molesta, encanijada empiezo a escribir esta columna. ¿La razón? Un hombre idiotizado gritando y manoteando frente a la tele porque juega algún club de futbol que, me explica mi susodicho, es un equipo europeo con un jersey a rayas y que yo creo más bien que está de moda, porque en la vida había escuchado de él. Un partido, quesque importantísimo, trascendental, de vida o muerte. Mi Playboy dirige los movimientos de los jugadores como si pudieran escucharlo. Juega a ser el dt durante un par de horas. Mientras tanto, yo refunfuño paseándome por la casa intentando hallar algo qué hacer: abro la compu, navego por Facebook, Twitter, Instagram, stalkeo la vida de todos… Me acuerdo de que nos queremos ir de viaje y checo precios de paquetes. Le digo: “¿Cielo, puedo usar tu tarjeta de crédito para pagar de una vez el viaje de verano?” y sólo contesta como zombie “Daaaaaaaah sí, sí”. El mundo le da igual. Yo le doy igual.

 

Llega el medio tiempo y por fin tengo su atención, por lo menos unos minutos. 

 

—Mmmmmmm. Tengo hambre, ¿salimos?

 

—Ahhhhhhh.

 

—Aunque sea al restaurante de aquí abajo.

 

—¿Hay tele? 

 

—No sé. No tengo la menor idea.

 

—Mejor pide algo.

 

(Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh. Dios qué te hice).

 

 

Cómo les explico que lo que prosiguió fue pedir sushi a domicilio y, mientras espero por el repartidor, decido sentarme a escribir un “contrato de paz” para ahora que se avecina el Mundial. A continuación, el acuerdo que firmé con mi amado para ambos salir campeones en el torneo: 

 

El interesado en el Mundial comunicará claramente a la no interesada en el Mundial el calendario en el que no contará con él.

 

La no interesada en el Mundial acepta que los planes con amigos en que no participen las parejas serán permitidos sin tomar algún tipo de represalia.

La no interesada se compromete a crear planes con sus amigas durante el periodo acordado para nunca pronunciar la célebre frase “me abandonaste”.

Ambas partes se comprometen a manejar un horario libre.

 

El mundialista dirá la verdad a su pareja en caso de mentir en la oficina e inventar una cita importantísima con el cliente del año para escaparse a ver un partido en horario laboral.

 

Ambas partes se comprometen a suspender la comunicación telefónica en caso de que el otro se encuentre en medio de un partido o, en su caso, café con las amigas.

 

El mundialista se compromete a nunca más decir a su pareja en la final de su telenovela o reality show favorito: “…sa mamada qué”.

 

En caso de que el partido crucial suceda en fin de semana ambas partes se declaran disponibles para negociar hacer una reunión en casa e invitar a más parejas, amigas, amigos e incluso familia para ver el partido en colectivo.

 

 

Ambos aceptan que si uno amaneciera crudo por la parranda que se acomodó un día anterior, el otro estará en la mejor actitud para ofrecerse a preparar los chilaquiles.

 

En caso de que la no mundialista esté interesada en aprender de futbol, el mundialista se compromete a elegir un partido de poca relevancia y ser paciente para explicar las reglas del juego.

 

Una vez concluido el Mundial, ambas partes se comprometen a realizar una escapada romántica.

 

Mis amados Playboys, merecen disfrutar esta temporada que sucede cada cuatro años sin temor a ser divorciados. La clave del éxito será comunicar con anticipación y claridad cuáles son sus intereses. Por favor no vayan a salir con su “creo que debemos darnos un tiempo”, porque esa frase les podrá costar varios penales bien centrados y anotados en sus honrosos genitales. Es más, puede ser que su amada disfrute tanto su seudo soltería que igual y hasta les proponga extender el contrato.