Hombres Necios: ¿Y… Te la cogiste?

Hay cosas que deberían de estar prohibidas en la vida. Una de ellas es hacer o responder la pregunta: ¿Y… te la/lo cogiste? Se me eriza la columna vertebral sólo de recordar el contexto que esta situación implica. Me sacudo del cuerpo esa mala energía que de pensarla pareciera que vuelve. ¡Ay, no! ¡Aléjate Satanás!

 

A mí me ha tocado estar en los dos lugares posibles: En el de “piensa rápido, piensa rápido”; y en el de “quiero saberlo toooooodo”, ése en el que los acorralaremos hasta hacerlos confesar a tehuacanazos. Hoy intentaré darles un par de pistas para salir librados lo mejor posible ante semejante cuestión aunque, recuerden, para nosotras ninguna ha sido, es, ni será la respuesta correcta.

 

El factor sorpresa es clave para hacer la pregunta, la soltaremos en el momento más inesperado, incluso, inapropiado. Traduciremos todos los mensajes, la mirada, la expresión corporal, el volumen de voz, el tono. ¿El método? Sólo tenemos dos estrategias: La que yo llamo Muy Hembra, que dice algo así como “cuéntame la verdad, yo sé manejarla, puedo con tu honestidad”, después lloraremos y la Muy Hembra se va al carajo. O viceversa, la que llamo la Muy Frágil que pide: “no me engañes por favor, aunque me duela prefiero la verdad” y luego terminaremos mentándoles la madre. Así funciona. Sea cual sea a la que se enfrenten, ustedes pierden.

 

 

Para escribir esta columna me di a la tarea de preguntar sorpresivamente a todos los Playboys de mi vida: “¿Y te la cogiste?”. Y todos tache. Todos. Lo primero que hicieron fue, literal, tragar camote, noté como se les atragantaba la vida en el medio de su garganta. Abrieron los ojos con cara de “¿cómo supo?”. El Grito de Munch no dice nada junto a ustedes, inmediatamente agachaban la mirada y respondían frases equívocas que los condenarían a la horca, por ejemplo:

 

—¿A quién? (Ya, muy mal, el dragón lanzará fuego.)

 

—¿Cómo a quién?, o sea ¿son varias? Se supone que sabes de quién hablamos, ¿no?

 

—Para qué quieres saber. (Eso jamás se contesta.)

 

—¿Cómo que para qué? ¡Para saber si me viste la cara infeliz, y si un día me cruzo con “ésa” no me vea con actitud de “pobrecita, si supiera”!

 

—Eso no importa. (Balazo en la cabeza.)

 

—Cómo no importa. Además esa respuesta es la que con más contundencia confirma: “Sí, sí me la cogí”. Es el equivalente a decir: “Mira, lo importante es que tenemos salud”.

 

—Ahhhhhh…no…no, no. (Más de un no, mentira segura. Nosotras sabemos que un hombre miente si aplica los tres Nos. El No, de creo que esto es lo que debo contestar; el No, de me lo tengo que creer; y el No, de ya me la creí, ahora tú créeme).

 

—Contesta. (Y la peor de las respuestas. La mudez y la falta de acción: 5, 4, 3, 2, 1, ¡Fuego! Descanse en paz.)

 

 

Si responden con cualquiera de las versiones anteriores, prepárense para una discusión interminable que irá como montaña rusa, pasará por altas y bajas, lágrimas, gritos y un sinfín de preguntas como: ¿Cuándo? ¿Cuántas veces? ¿Te gustó? ¿Pensaste en mí? Calvario.

Hay que ensayar la respuesta. Practicar a diario, sobre todo si uno huele a leña de otro hogar. Dejemos de lado si está bien o no, ése es otro cantar. Si partimos de que una vez cometido el crimen la sospecha de su mujer está latente, hay que estar prevenidos para enfrentar el cuestionamiento.

 

Si lo que quieres es no tener problemas debes responder pronto, inmediatamente. Hacer contacto visual y decir contundentemente: No. Cuidado, un solo no. No dos y menos tres. Devuélvele la pregunta, seguro te dirá que no. Dile algo como: “Perfecto, para mí también era importante saber (abrazo), entonces, (beso) tema cerrado”. Cambia de actividad y conversación. Eso de: “Para mí también era importante saber” es la clave, ella dirá: “¡Ah! Estaba celoso, tenía miedo de perderme, no había encontrado valor para preguntarme”. Y preferirá jugar a dejarte con la duda para sobar su ego y parará de insistir en la tormentosa pregunta. La salida de esta encrucijada es muy estrecha, casi inexistente, pero esta respuesta te dará oxígeno para seguir adelante. 

 

Playboys, mírense caminando sobre la cuerda floja a 800 metros de altura. Ahí es donde los ponemos cuando los interrogamos frontalmente sobre aquel desliz que creemos tuvieron; cruzar con maestría, tambalearse o caer depende de ustedes. 

 

A un par de hombres les hice la misma pregunta repetidamente, practicamos su No varias veces. Los dejé listos para enfrentar el fuego “amigo” de sus lindas mujercitas. Ahora son tan fantásticos en su respuesta que me espantan. He creado unos monstruos.