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#DeTresDedos: Futbol, ¿el opio del pueblo?

Por: Jafet Gallardo 05 Jun 2018
El instrumento que usan los poderosos como droga y distractor social a los cambios importantes que sufren las estructuras de […]
#DeTresDedos: Futbol, ¿el opio del pueblo?
El instrumento que usan los poderosos como droga y distractor social a los cambios importantes que sufren las estructuras de un país. Dicen las mentes “críticas” que todo pasa aquí mientras vemos el futbol. El razonamiento se extiende a pensar que el público del deporte, y sobre todo los fanáticos del futbol, es una especie de tribu salvaje enceguecida que ha nublado cualquier indicio de conciencia histórica o social para entregarse al pan y circo organizado por un puñado de gobernantes abusivos.
 
Me gusta la teoría de la conspiración. Me gustan sus programas, sus webs llenas de detalles, malos audios y revelaciones, sus fotografías inéditas, sus archivos secretos. Me gustan como forma narrativa alterna de contar y explicarnos el mundo. Pero lucho por no confundirlos con una verdad de vida. La conspiración nos sujeta a una voluntad superior e incuestionable. Nos coloca como peones de un destino ante el cual no podemos meter las manos. Nos convierte en seres indefensos, en víctimas.
 
Leí alguna vez que la literatura nos servía para alejarnos y cuidarnos de las  grandes palabras abstractas. Para dejar de asumir el mundo como nos lo cuentan. Para hacernos responsables de lo que nos compete. Sé que el mundo posee corporaciones y sistemas que invaden nuestra vida. Que nos presionan y tratan de uniformarnos. Pero el hombre posee conciencia y albedrío, dos certidumbres geniales que abarcan tanto al deporte como a la literatura. Puedes hacer mil centros desde la banda izquierda. Pero también puedes encarar. O tirar una pared. Y el resultado cambia. 
 
La existencia de grupos poderosos que actúan desde la violencia o la legalidad política es una realidad desde el origen de las sociedades. Estas fuerzas han usado el deporte, como han usado la arquitectura, la religión, el cine, la televisión o demás medios de comunicación masiva. Incluso han usado a la literatura. Y eso no significa que hayan dejado de existir cine, televisión, líderes espirituales, eventos deportivos o literatura con un valor social, estético o deportivo real. Hay respuestas a contracorriente. ¿Recuerdan el puño levantado de Smith y Carlos en los Juegos Olímpicos de 1968, en una época de profundos cambios sociales y políticos? Son gestos en el deporte que nos hacen pensar, entender nuestra historia, nuestros prejuicios y nuestros errores.

Los hombres que han cambiado el mundo también han acudido a los estadios, las arenas y las canchas. Han dejado de lado el prejuicio para leer más allá de lo inmediato. Jack London escribió uno de los mejores cuentos de la Revolución Mexicana desde los guantes de un boxeador. Jack Kerouac fue un brillante jugador de futbol americano. Francisco Tario, gran cuentista mexicano rescatado del olvido en los últimos años, fue un notable guardameta. Todos descendieron a mundos deportivos y encontraron algo que decirnos. Ya he citado la influencia benéfica del futbol en Albert Camus y Pier Paolo Pasolini. Eduardo Galeano, escritor uruguayo, ha sido muy crítico con los sistemas políticos en Latinoamérica, pero eso no le ha impedido analizar y celebrar literariamente los goles y logros del futbol charrúa. Ellos han leído todo eso que se oculta en meter una pelota dentro de un rectángulo. Un orden simple que conmueve, fascina y entienden en distintos niveles desde los intelectuales hasta los menos cultivados.
 
Gustar del futbol no nos hace traidores, ni asimilados al sistema, ni menos críticos ni menos comprometidos con nuestra realidad. No soy ajeno a los vericuetos del poder detrás del balón. Por más poética que sea la frase de Maradona, no es cierta: la pelota sí se mancha. El futbol es usado y abusado, porque se ha transformado en un negocio y un espectáculo global. Los Mundiales de Inglaterra 1966 y de Argentina 1978 están entre los más empañados por su manejo político y sus irregularidades para favorecer al país anfitrión. La designación económica de Qatar para el Mundial de 2022 ha levantado toda clase de sospechas. Recientemente futbolistas salvadoreños fueron expulsados de por vida del juego profesional por manipulación de resultados.
 
La FIFA es uno de los organismos más poderosos y ricos del mundo. Ha sido cuestionada por arreglos de partidos, favoritismos, intereses monetarios y comerciales, vínculos con casas de apuestas o sociedades ilícitas. El balón se mancha. Pero saberlo no nos hace más inteligentes que otros ni más comprometidos con la realidad del aquí y el ahora. Lo que en verdad nos compromete y nos determina como individuos pensantes y políticos está fuera del campo de juego, en la acción cotidiana.

Creo que el aficionado puede madurar y aprender. Puede poseer una pasión crítica que se manifieste en su comportamiento civil, político, económico. Uruguay es un país eminentemente futbolero y tiene el primer grado de alfabetización en Latinoamérica, además de bajos índices de corrupción y propuestas de leyes liberales que han sentado precedente en el mundo. Pero eso es un trayecto que se realiza con educación, experiencia, libros, ejemplos de vida, compromiso y participación comunitaria. Elementos que no le competen al balón, sino a los ciudadanos. Uno puede gritar un gol con pasión y también construir otra sociedad. No excusemos nuestra desidia o desinformación. El futbol es un grandísimo fenómeno social en la nación, pero no es la nación misma. Es un lente para mirarla y mirarnos, pero no es el paisaje. El futbol es un juego poderoso, pero no nos controla. Miremos el paisaje, hagámonos responsables. Escribir y disfrutar del futbol no me ciega a los cambios determinantes e inciertos que está sufriendo el país. El balón no oculta el mundo.

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Jafet Gallardo DIGITAL EDITOR Me gusta capturar historias en video y escribir mis aventuras de viaje. El conejito se volvió mi mejor amigo.
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