Dos colores acapararon las notas de los últimos días en la actualidad futbolística: azul y rojo. Por un lado, en el plano internacional, la sorpresiva caída del Barcelona FC ante el Granada en la liga doméstica sumó un golpe más al malherido orgullo blaugrana tras la eliminación en los cuartos de final de la Champions League ante el Atlético de Madrid. Por otro lado, en la Liga Bancomer MX, se definió el descenso prácticamente consumado de los Potros de Hierro del Atlante, que cayeron en un trepidante partido ante Santos Laguna.
Son dos historias de dos equipos contrastantes en ligas distintas que se hermanan extrañamente cuando contemplamos sus colores compartidos. Es cierto que no podemos comparar de inicio al Barcelona y al Atlante. Si bien se trata de dos equipos históricos en sus ligas (el Barcelona tiene 114 años de existencia; Atlante cumple 98 esta semana), el palmarés y la identidad culé y azulgrana dejan ver dos historias opuestas en logros y fracasos.
Por el lado del Barça, refiriéndonos tan sólo a su equipo de futbol profesional, nos encontramos con la escuadra más ganadora en los torneos nacionales de la Liga Española. Suma 22 títulos de Liga, 26 títulos de Copa y 4 títulos de Champions League, por mencionar sólo algunas de sus distinciones en sus vitrinas. Además, ha sido designado como el mejor equipo europeo y mundial de la primera década del siglo XX, por la Federación Internacional de Historia y Estadística de Futbol de la FIFA, gracias a una escuadra que ha marcado época en los años recientes.
Decir Barcelona es pensar en el mejor club de lo que va de este siglo y posiblemente uno de los mejores equipos que ha pisado una cancha en la historia del futbol asociado. Toda una era del fútbol del nuevo siglo se define a partir del Barça. El equipo que alcanzó su cúspide y la reverencia mundial al mando de Pep Guardiola en 2009, al ganar los seis títulos que disputó en aquel año y que tuvo como base a jugadores insignia, inmortales vivientes del balompié como Lio Messi, Andrés Iniesta o Xavi Hernández.
Y sin embargo, la ley del tiempo parece haber doblado finalmente a una generación blaugrana brillantísima que entregó alegrías a sus seguidores y a los amantes del buen futbol. Las últimas derrotas han hecho que la prensa se alarme y cante una anticipada elegía por un equipo que llevó a un nuevo y altísimo nivel el buen trato del balón y el poder ofensivo. Se habla, nuevamente, de la crisis barcelonista, provocada por malos manejos directivos, inestabilidad en el banquillo o necesario cambio en un plantel veterano y quizás agotado, que ha perdido competitividad con el paso del tiempo.
Pero si los aficionados blaugranas tienen motivos para temer que se perderán de levantar un título este año ante el avance inclemente de los equipos madrileños o la nueva hegemonía del Bayern Munich en Europa, por lo menos conservan la esperanza de una renovación en primera división, en puestos de Champions, y un gran plantel liderado por la figura de Lionel Messi. Un motivo real de consuelo del que carece otra afición histórica y entregada, cada vez más reducida y al garete, con identidad fluctuante como el Atlante de México.
Los Potros de Hierro fueron fundados en 1916, en la calle de Sinaloa, de la Colonia Roma. Durante la época amateur de los años treinta y cuarenta vivieron algunas de sus épocas más brillantes y se convirtieron en uno de los mejores equipos de la Ciudad de México, cobijados por figuras como Horacio Casarín, y eran conocidos por sus míticos encuentros contra el Necaxa de aquellas épocas, dos equipos que sin saberlo se hermanarían en la peregrinación y las dudas. Atlante fue siempre un club de lucha y arraigo. En esos años, era el equipo del pueblo para los capitalinos, ése que se enfrentaba, también legendariamente, con los clubes nacidos tras el exilio español, como el Asturias. El fenómeno del futbol nacía y ahí está Los hijos de Don Venancio, película de 1944, donde Joaquín Pardavé expone la rivalidad entre ambos clubes.
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Los Potros poseían una base de fieles aficionados que decreció con la reconstrucción mediática del América y el surgimiento de equipos como los Pumas de la UNAM o los Cementeros del Cruz Azul. Asfixiado por esas grandes instituciones capitalinas, el equipo entró en una eterna lucha por estabilidad. Era el patito feo, el “Equipo Peregrino”. Atravesó un sufrido periplo para hacerse de una localía, que involucró distintas sedes como el estadio de la Corregidora (Querétaro), Ciudad de los Deportes (actual Estadio Azul) o el Estadio de la Universidad Tecnológica de Ciudad Nezahualcóyotl. A pesar de todo, ganó tres campeonatos en el máximo circuito, pero ahora ve herida su tradición con un cuarto descenso de categoría.
Varios artículos periodísticos han establecido las causas de la debacle atlantista. La mayoría concuerda en que los manejos directivos inadecuados en la parte deportiva debilitaron demasiado al equipo. Atlante fue famoso por traer a buenos extranjeros en los años noventa y principios del siglo XXI, y sin embargo no pudo conservar a ninguno. Para pagarse, el Atlante vendía lo mejor de sí. Tras una temporada de ensueño en 2007, los amenazas de fracasos siguieron envolviendo al club, mudado y campeón en Cancún, pero lesionado en identidad y su feeling con la afición. Otra estadística resalta: Atlante es el tercer club con más encuentros jugados en primera división, pero el segundo con mayor cantidad de derrotas.
Éste es el Atlante: vagabundo, gallardo, haciendo mucho con poco, con problemas económicos y dolores de identidad, y que ahora sufrirá de nuevo para hacerse de un plantel competitivo en una reñida Liga de Ascenso. Aunque no se descarta la compra de una franquicia en Primera A para salvar al equipo, la pregunta vuelve: ¿Ése será el Atlante? ¿Qué Atlante quedará cuando todo haya pasado? ¿Qué será de los aficionados de esta escuadra sufrida e histórica del balompié nacional? ¿Qué identidad mostrará? ¿Tendrá la misma suerte que vivieron otros equipos como el Necaxa que siguen luchando por recuperar su historia o la espera angustiante de otros clubes tradicionales como el León?
Ha sido una semana negra para los corazones azulgranas. Desde España hasta México, dos clubes de destinos opuestos, reunidos por sus colores, se hermanan sorpresivamente en sus desgracias. Y sin embargo está claro que los dos sufren de dolores muy distantes.
