Central Brasserie, embajador galo de la cocina

La decoración es completamente opuesta a lo que un cliché francés podría suponer. La iluminación tenue es lo suficiente fuerte para no obligar al comensal a forzar la vista, pero sí la necesaria para crear un ambiente cálido y agradable, a cualquier hora del día. Sus muros de madera, decorados con grandes espejos circulares y enmarcados, así como los cuernos de venado, crean la impresión de ser un lugar de lo más chic. Uno en el que los estereotipos no tienen cabida.

 

 

Cada uno de los elementos de este restaurante está perfectamente cuidado y dispuesto para brindar la mayor comodidad a sus visitantes, desde la sala de espera que evoca a un estudio de principio de siglo, hasta la terraza con bancas comunales y chimenea para disfrutar de un cigarro o una copa de vino. Los espacios entre las mesas son lo suficientemente amplios para no provocar esa sensación de sofocación que padecen otros restaurantes por su falta de espacio.

Aunque las almejas chocolate constituyen una de las especialidades de la casa, en esta ocasión el foco fue puesto en un menú mucho más tradicionalista. Qué mejor que unos escargot bañados en mantequilla de perejil. A diferencia de muchos otros lugares, aquí los caracoles vienen servidos aún en su concha y siempre se cuida que el plato llegue con la mantequilla todavía burbujeando con la temperatura perfecta. De esta manera, al momento de degustar, el platillo se disfruta en su punto. Para acompañar esta entrada, el chef añade panes tostados horneados con aceite de oliva extravirgen, que le dan el toque crocante necesario.

Otra de las recomendaciones del chef son las costillas de ternera, bañadas en una salsa de reducción del mismo caldo en el que se cuecen; además, están acompañadas por papas cambray. Gracias a un proceso de horneado lento, la carne –aún la más pegada al hueso- es tan suave que puede cortarse sin necesidad alguna de cuchillos, aunque las reglas de etiqueta sugieran lo contrario. El potente sabor de la ternera se reafirma con la salsa, sin caer en excesos o un sazón que resulte demasiado empalagoso.

 

 

Ahora que, si la visita se destina para encumbrar los excesos, el filete rossini (creado por el compositor Gioachino Rossini) es una opción idónea. El corazón de filete se sirve montado en una cama de hongos salteados y debajo de una pieza de Foie Gras sellada, mientras que una rodaja de trufa complementa el hedonista platillo.

Para cerrar, la salsa de vino tinto y el puré de papa al gratín como guarnición hacen de este manjar uno de los más completos del menú. Aún así, consigue mantener un equilibrio inesperado. En el instante preciso en el que el Foie Gras, la carne y la trufa se combinan en un solo bocado, el mundo parece detenerse por un segundo, generando una reacción en cadena de sabores que no puede sino atender al placer.

Siendo el restaurante que más botellas de Champaña destapa por día, Central Brasserie cuenta con una reserva especial de vinos, entre los que podemos encontrar el de la casa, denominado Serie #6; una etiqueta especial creada por el enólogo Paolo Paoloni, en Ensenada, que aún siendo joven, marida a la perfección con las elegantes recetas de Central Brasserie.

La ubicación, un poco alejada del barullo del centro de Polanco, pero sin distanciarse de la céntrica colonia, convierte al restaurante francés en un rincón ideal para perderse unas horas y olvidarse de cualquier cosa que se encuentre fuera de esa sencilla puerta de madera y cristal.