Bitacora Loca: “Living” Las Vegas

Seguramente muchos de ustedes estarán ahora familiarizados con la célebre frase “Lo que pasa en Las Vegas, se queda en Las Vegas”, pero creo que en este caso la excepción rompe la regla, ya que yo nací en esa ciudad del estado de Nevada pero no me quedé, México ha sido mi hogar desde que tengo nueve años de edad.

 

Lo que sí se quedó en Las Vegas fue mi familia, y es curioso cómo esta emblemática ciudad del juego, la pachanga y la lujuria puede tener ángulos tan distintos. Recuerdo cuando mi padre me contaba un sinfín de historias de cuando Las Vegas era controlada por la mafia desde Sicilia y de cuando él y mi mamá comían tranquilamente en Pepermill´s en el momento en que un Cadillac explotó justo cruzando la calle convirtiéndolos en testigos de uno de muchos atentados de parte de las familias. O de cómo nació el primer casino (Flamingo´s) el cual los primeros años fue un fracaso por estar en medio del desierto, causando que Bugsy Siegel fuera asesinado por deberle tanto a la mafia. En ese entonces mis padres no tenían mucho dinero; sin embargo, se podían dar el lujo de comer una que otra vez en lugares donde te podías topar con Frank Sinatra, sitios tan ostentosos con los cuales sólo se sueña teniendo un sueldo como el de ellos en ese entonces. Las bodas espontáneas donde tú eliges si quieres que te case Elvis Presley o Wayne Newton, los museos con objetos fuera de este universo y la casota de aquellos famosos magos que se casaron y al final uno de sus tigres se acabó chingando a uno. Todas estas historias que mi padre me contaba venían a mi mente hace un par de meses cuando asistí a su funeral en una iglesia de los tranquilos y callados suburbios al norte de la ciudad.

 

Pero en esta ocasión habría de regresar un mes después junto con mi banda, ya que fuimos nominados a los Latin Grammy en dos categorías. La ceremonia se habría de llevar a cabo en el hotel Mandalay Bay y todo era distinto, ahí estaba la fiesta desmedida, el deshacer habitaciones de hotel y jugar Blackjack hasta el amanecer, y si querías ver chichis todo lo que tenías que hacer era levantar alguna publicidad del suelo.

 

 

El primer par de días llegamos a casa de mi hermano -quien ha llegado a ser un anfitrión excelente- y nos ha recomendado muy buenos lugares. Town Square es una plaza comercial al principio de Las Vegas Boulevard que tiene negocios para todos, incluyendo una de las tiendas de electrónicos más grande de la ciudad. Con cines, restaurantes y uno que otro bar es el lugar ideal para pasar un día en familia. Los días que vendrían después era otra historia, nos faltaban dedos para contar las fiestas y los amigos que ahí coincidimos entre bandas, conductores, gente de la disquera y de la academia en general.

 

Una de las galas más importantes en los Latin Grammy es la de la persona del año (Person of the Year), la cual este año recién terminado correspondió a Miguel Bosé. Con una cena increíble y un homenaje aún mejor con los exponentes más importantes de la música latina en la actualidad y unas copas encima nos enfilamos hacia el Hard Rock a la fiesta ya habitual organizada por un buen amigo y  productor Sebastián Krys llamada “The Producers” donde los músicos que asisten se avientan un “palomazo” con la banda de la casa, mayormente covers de los ochenta. Esa noche de alarido terminó conmigo ebrio tratando de darle un curso intensivo del juego de los dados a mis compañeros de grupo a las siete de la mañana, sólo para asistir crudo a lo que sería la ceremonia de premiación. Y es en ese momento cuando llegan a ti sensaciones y sentimientos de todo tipo: por un lado dediqué varios momentos saliendo de la regadera a mirarme en el espejo y ensayar mi discurso imaginando sostener la presea (que es el máximo reconocimiento en la música), por otro, dediqué varias semanas desde la nominación en hacerme el “hippie” y decirme a mí mismo que el Grammy no cambia nada, que seguiremos haciendo música como hasta ahora, ese pinche segundo cuando han mencionado tu nombre y no te atreves ni a respirar, “y el ganador es….” y viene ese remolino de pensamientos el cual te hace reflexionar y saber que el simple hecho de estar ahí por la música que has creado es ganar, y mucho, te hace seguir y tratar de ser mejor, cumplir un sueño al final del día. Sinceramente agradezco a los todos los responsables de ese momento placer/dolor.

 

Una vez pasada la presión viene el show televisado con una producción impecable, seguido de un after con toda la banda habida y por haber, pero la madre de todas las fiestas es la que se arma en el hotel Encore, auspiciada por Sony, donde nos encontramos propios y extraños con ganas de portarnos mal y obviamente terminar pedos de nuevo. A fin de cuentas creo que lo que hace a esta ciudad la aportadora del cincuenta por ciento de impuestos de todo el país es que tiene algo para todos, una ciudad polifacética que se ha ido adaptando al turista universal, por lo que podríamos usar la frase alternativa “Lo que pasa en Las Vegas, se queda contigo”.