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#LaPielImpresa: “Pedo pero no pendejo”

Por: Jafet Gallardo 05 Jun 2018
“Más allá de la visión romántica del artista alcohólico atormentado tipo Ernest He- mingway o Truman Capote, los borrachos pocas […]
#LaPielImpresa: “Pedo pero no pendejo”

“Más allá de la visión romántica del artista alcohólico atormentado tipo Ernest He- mingway o Truman Capote, los borrachos pocas veces consiguen crear en sus propias borracheras más que obras maestras de la idiotez.”

Por Facundo

@facufacundo

Quiero que cierren los ojos y piensen en la vez en que más pedos hayan estado. La noche que quisieran borrar, la fiesta que jamás debió existir. Seguramente su cabeza se llenó de imágenes de vómito, agarradas de nalgas, caídas vergonzosas, peleas innecesarias, dolores de cabeza y de trasero. Y las historias de “la peor peda” tienen esos lugares comunes porque el alcohol puede literalmente volvernos más estúpidos.

Y es que más allá de la visión romántica del artista alcohólico atormentado tipo Ernest Hemingway o Truman Capote, los borrachos pocas veces consiguen crear en sus propias borracheras más que obras maestras de la idiotez.

Cuando yo hago el ejercicio de cerrar los ojos para recordar mi peor peda aparecen varias noches y dos ejercicios distintos, pero igual de dañinos, de la estupidez etílica.

El primero tiene que ver con la estupidez de poner en riesgo mi vida y la cometí después de una fiesta en la que, como muchos lo hacen, decidí que estaba bien para manejar, así que me fui pedo y sólo a mi casa. Iba bien, manejando sin problemas en el Periférico o Viaducto o Circuito Interior o no tengo ni idea porque estaba demasiado borracho para saber cuál era el camino correcto. Fue entonces cuando le pegué a un camellón con la llanta y la troné. Me bajé a cambiarla sintiéndome autosuficiente gracias al alcohol y a los consejos para cambiar llantas que me dio mi padre.

Así que estaba yo en un barrio de esos donde te matan por un billete de 100 cambiando mi llanta completamente alcoholizado. Mis cuates, siempre preocupados por mí, me hablaban al celular uno tras otro. Parecía que estaban muy interesados por mi bienestar. Después me enteré de que en realidad se estaban burlando de mi incapacidad de hablar y de mi manera única de decir idioteces estando pedo. ¿Ya le hablaste a Facundo? Se preguntaban unos a otros “Está bien pedo cambiando una llanta, márcale para chingarlo” era el consejo de un amigo a otro en una cadena de burla y diversión a mis costillas.

Finalmente cambié la llanta y llegué sano y salvo a mi casa. Al día siguiente no recordaba cómo había llegado y hasta que vi la llanta de refacción puesta en mi coche se me vino a la cabeza la película de mi peda. Cuando me acerqué más a la llanta me di cuenta de que sólo le había puesto dos de los cuatro birlos que la deben sostener y aparte tan mal puestos que con la mano les podía dar vuelta, una completa estupidez que no tuvo consecuencias pero que podría haberse convertido en la última. No hubiera existido Incógnito, Turnocturno, Jaime Duende, “Que lo hagan ellas”, “Un Peldón” , mis tres hijos o mi calva cabeza. Podría haber perdido mi futuro y ustedes a su “Chavo-ruco” favorito por una decisión idiota de una noche cualquiera.

“Más allá de la visión romántica del artista alcohólico atormentado tipo Ernest He- mingway o Truman Capote, los borrachos pocas veces consiguen crear en sus propias borracheras más que obras maestras de la idiotez.”

Todos los fines de semana esa posibilidad mortal se vuelve realidad para güeyes que decidieron que estaban bien para manejar y se dieron cuenta de que no hasta que su destino los convirtió en calaca.

Pero la muerte no es la única consecuencia de chupar a lo güey, también está el hundimiento social. Ése también lo he experimentado.

Una fiesta en mi casa con mis amigos y sus novias se convirtió en un capítulo de Jaime Duende cuando empezamos a jugar uno de esos juegos de borrachera en los que el castigo siempre es chupar más. Toda mi vida he tenido el afán de ganar y soy un perdedor ardido, rasgo que alimenta mi falta de cordura a la hora de combinarse con el alcohol.

Durante el juego por alguna razón (justificada sólo en mi ebrio entendimiento del momento) empecé a molestar a la novia (hoy esposa) de uno de mis mejores amigos. Comentarios vulgares, obscenos, sucios y vergonzosos salían de mi boca con olor a vodka. Como era de esperarse mi amigo me reclamó, yo me enojé, todos me veían con cara de “arruinaste la fiesta”. Yo estaba indignado por que mi amigo no entendía mis chistes (graciosos en mi cabeza alcoholizada, inaceptables en la vida real) y porque todos me juzgaban. No me quedó otra opción más que correr a todos de mi casa. obviamente al día siguiente me di cuenta de mi estupidez.

Aquélla no fue la última y creo que aún hoy a veces corro el riesgo de “duendear” a la hora de chupar, pero el tiempo que me dejó sin pelo en la cabeza también me confirió la experiencia suficiente para darme cuenta de cuándo debo retirarme de alguna fiesta.

La falta de esa sinceridad con uno mismo a la hora de estar pedo es la madre de todos los desastres: hablarle a tu exvieja diciéndole que la amas, hacer escenas de celos porque tu novia está platicando con alguien más, buscar bronca con güeyes que ni conoces por algo completamente irrelevante, agarrarte a alguna horrenda con la que te chingarán para siempre, rapear, caerte enfrente de todos, orinarte y en casos extremos hasta cagarte (como le ocurrió a un amigo en la prepa a quien después de ese día todos conocimos como “El Kawasawa”).

Alguna vez un borracho me dijo algo que se quedó grabado en mi mente para siempre. Un amigo y yo, al verlo tirado en la calle completamente pedo, empezamos a tirarle piedras y a reírnos de él. Aquel borrachales se paró y con la convicción de un líder político, mucho más chingón que los que tenemos en la realidad, me dijo algo que de principio no entendí porque lo verbalizó en su lengua materna: Kawishi Anoo Tondoja. ¿Qué significa? “Pedo pero no pendejo”.

Una máxima simple, y me atrevería a decir que hermosa, que marcó mi relación con el alcohol desde ese entonces en adelante. Se puede ser pedo, echar desmadre, tomar shots, bailar “El taxi”, pero no hay que hacer pendejadas. Hay que volvernos profesionales de la peda, de ésos que saben cuándo dejar de chupar, de ésos que no manejan aunque “se sientan bien”, de ésos que no ponen en riesgo sus relaciones, de ésos que no tocan culos ajenos o que convierten en baño cualquier silla.

Pedos pero no pendejos, mis hermanos. Ya lo dijo el sabio y hoy se los digo yo.

Foto perfil de Jafet Gallardo
Jafet Gallardo DIGITAL EDITOR Me gusta capturar historias en video y escribir mis aventuras de viaje. El conejito se volvió mi mejor amigo.
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